A la Conquista…

{mosimage}A la Conquista…

No sé si comparten esa sensación pero desde hace algo más de un mes me siento acosado, perseguido, observado. No importa la condición social, ni la edad, ni tan siquiera el sexo. A diestro y siniestro me ofrecen posibilidades infinitas de cambio vital; hombres y mujeres me asaltan por las calles de Castelldefels en busca de mi tesoro más preciado. De momento me resisto a decantarme por una de las opciones, aunque sé que no voy a poder aguantar así durante mucho tiempo. Más pronto que tarde tengo la convicción de que acabaré dando el paso y entonces ya no habrá vuelta atrás.

Todo comenzó en una calle del centro de Castelldefels. Fue con un hombre, en el transcurso de una tarde cualquiera de finales del mes abril. De pronto, aquella mirada, aquel gesto, aquellas palabras… “Tú puedes marcar la diferencia”, me dijo con un porte de hombre maduro, con la edad justa para enseñarte todo lo que la vida te puede enseñar pero además con una mirada en la que todavía se ve una buena dosis de chispa juvenil. Algo contrariado, mis pasos me llevaron a huir de aquel lugar para buscar refugio a la salida de la ciudad, en dirección a Sitges.

Fue ahí donde entonces una mujer que formó parte de mi pasado apareció de repente ante mis ojos. “Planta cara. Utilízame”, fueron sus sentencias. En las formas desde luego la oferta era mucho más atrevida que la anterior. Me costó contenerme pero al final conseguí zafarme también de esta proposición indecente. La única salida ante tanta majadería era poner tierra de por medio lo antes posible. Al volante de mi coche nadie se atrevería a acosarme. Pero estaba equivocado…

Ni uno, ni dos, ni tres… Hasta cinco nuevas ofertas me llovieron del cielo de Castelldefels en tan solo unos minutos. Tres de ellas de nuevos hombres. Uno de ellos, el más joven, me gritaba que era un “vecino” como yo, y que eso bastaba para que me entregara a él. A escasos metros de su imponente presencia –todo hay que decirlo-, alguien me ofrecía unir nuestros caminos porque juntos “podemos hacerlo mejor”, como presuponiendo que quizá hasta ahora yo no lo sabía hacer bien. Algo presuntuoso. Y embutido en un rojo pasión el tercer hombre, un viejo conocido que ahora busca conquistarme con la idea de que es un “hombre nuevo con ideas nuevas”. No sé, no sé…

Y aún tenía dos ofertas más sobre la mesa. La de una desconocida mujer que me buscaba solo por el hecho de ser un “ciudadano” como ella. Y la más atrevida de todas, sin duda, la de esa otra mujer que en medio de la calle no tiene rubor alguno en declararme su amor. “Porque te quiero”… Solo por eso tanto ella, como al resto de candidatos, se creen con derecho a aturdirme para que el día 27 de mayo les entregue mi tesoro más preciado, mi confianza electoral. Yo no sé ustedes, pero aquí un servidor tiene unas ganas de que esta repentina pasión de primavera se acabe cuanto antes.