El barrio de la Ribera

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Hace años un locutor de Radio Barcelona, del que no recuerdo el nombre, repetía en su programa que “la ciudad es un millón de historias”.  Lo cierto es que, por poco que tengamos curiosidad, encontramos lugares en nuestro entorno donde la Historia (con mayúscula) y las historias (el “hecho” cotidiano), están presentes e interrelacionados.

Un lugar paradigmático de Barcelona es el barrio de La Ribera, el cual no se entiende su desarrollo urbano si no conocemos su devenir histórico. Por supuesto que todo es fruto del transcurrir del tiempo y que todo rincón tiene su propio discurso. Pero algunos lugares, como todo en esta vida, han sido protagonistas de la película y otros se tienen que conformar con papeles secundarios.

Y es que nuestro protagonista de hoy fue el centro económico de la ciudad entre los siglos XIII a XV. Parte de su esplendor todavía podemos contemplarlo en el carrer Montcada,  calle considerada como museo de arquitectura civil. Los primeros edificios datan de mediados del XII cuando Ramón Berenguer IV concedió a un grupo de nobles, encabezado por Guillem Ramón de Montcada, licencia para construir en esta zona en reconocimiento a su participación en la conquista de Tortosa. La estructura común de los palacios góticos de esta calle suele empezar por un arco semicircular dovelado que da paso a un patio del que arranca una escalinata de acceso a la planta primera, en la que se distribuían las estancias de los señores de la casa. La parte baja estaba destinada a oficinas de negocios y en la parte superior vivía el servicio. Algunos edificios tenían  torres de baja altura, desde donde veían venir a los barcos, ya que la línea de mar estaba más cerca que ahora.

A partir del XVI, el centro económico de Barcelona se desplazó hacia el actual barrio de la Mercè y La Ribera languideció. En el XVIII volvió a ser protagonista, pero esta vez por un hecho penoso ya que gran parte de él fue destruido tras la conquista de Barcelona por Felipe V al finalizar la Guerra de Sucesión. En la parte destruida se construyó una ciudadela militar y los ciudadanos desplazados fueron reubicados en lo que quedó del barrio, lo que marcará profundamente la tipología urbana. Pasado el tiempo y las penurias, esa característica le ha dado encanto y personalidad.

La ciudadela militar, de triste recuerdo, se derribó en el XIX para albergar la Exposición Universal de 1888, es el actual parque de la Ciudadela, donde podemos encontrar numerosos edificios de dicha exposición. Como dato curioso y hasta cierto punto paradójico, destaca que el antiguo arsenal borbónico es la actual sede del Parlament Catalá.
Existen muchos rincones que animo a visitar a nuestros lectores, sólo destacar, sin muchas explicaciones debido a la limitación de espacio, la Basílica de Santa María del Mar que se empezó a construir en 1329. Su primera piedra se colocó en conmemoración de la conquista de Cerdeña por el Reino de Aragón. Es uno de los mejores ejemplos del llamado gótico catalán. Tiene un exterior austero y la arquitectura de masa es muy simple, sin arbotantes y con grandes contrafuertes. Es una iglesia paradigmática de nave única con bóvedas de crucería, numerosas ventanas y columnas. Se construyó en sólo 80 años y fue sufragada por los ciudadanos, en contraposición de la Catedral que también se estaba construyendo por esa época y que pertenecía a la nobleza y alto clero.

También es preceptivo visitar el Mercat del Born construido en 1876, uno de los mejores ejemplos de arquitectura del hierro, tan de moda en la época. En su subsuelo se han encontrado parte de la antigua ciudad medieval que quedó arrasada tras 1714. El antiguo Mercat iba a ser la Biblioteca Central de Barcelona, pero el descubrimiento de los restos arqueológicos ha hecho desestimar ese uso y en su lugar se va a construir un centro cultural que explique la secuencia histórica desde el XIII al XIX. El Passeig del Born, lugar donde se celebraban ferias, torneos, justas medievales y eran armados los caballeros. Había un dicho popular medieval: Roda el món i torna al Born  (La palabra “born”, significa “torneo”).

El Fossar de les Moreres, antiguo cementerio parroquial. El lugar, tiene un especial significado, ya que aquí yacen enterrados los últimos defensores de Barcelona contra las tropas de Felipe V. Hay una placa que dice: Al fossar de les Moreres no s´enterra cap traïdor, fins perdent nostres banderes será la urna d´honor.

Por supuesto, hay otros sitios tan interesantes como los citados: el carrer de Les Mosques (la más estrecha de Barcelona, cerrada y de uso exclusivo para los vecinos) y a cuya entrada hay esculpida una cara que indica que había un burdel en la misma. También, el itinerario que seguían los condenados a muerte hasta llegar a la quinta forca. La calle Cecs de Sant Cugat, donde vivían los ciegos. La plaza de la Llana, mercado medieval de la lana. La calle Princesa,  abierta en 1853,  cuyo nombre toma de la princesa Isabel (más tarde Isabel II) y en cuyo número 37 nació el polifacético Santiago Rusiñol, uno de los precursores del Modernismo y autor de la archiconocida novela L'auca del senyor Esteve. La antigua fábrica de monedas La Seca, en la calle Flassaders. La capilla románica de Bernat Marcús, etc., etc., etc.

Felipe Sérvulo
fservulo@hotmail.com