{mosimage}¡Viva la libertad!
Estaba en la bodega Vallés, un comercio de nuestra ciudad en donde se unen la sabiduría y la tradición, cuando me vino a la cabeza nuestro hombre del tupé, al que le estoy dando demasiada importancia dedicándole dos columnas seguidas, con su afamada frase sobre que el gobierno debe dejarnos vivir en libertad porque ya somos mayorcitos y podemos beber lo que nos venga en gana, ¿o es que no sabemos todos hasta dónde podemos llegar? También recordé las palabras de una madre que pidió a través de una emisora de radio poder entrevistarse con el de la voz aflautada para que le repitiera a la cara esas bravuconadas, ya que a su hijo lo había matado un individuo que conducía borracho. Tremendo papel el de tener que utilizar argumentos tan poco serios, inconscientes y peligrosos para meterse con el contrario, como si no hubiera otras cosas con las que poder hacerlo.
Beber, para el que disfrute con ello, es un placer compatible con el respeto a las normas y, sobre todo, a la vida de los demás. Fórmulas hay distintas y variadas y cada día encontramos más personas serenas que ponen en práctica el buen beber: uno no bebe y otros conducen; se va en taxi (si te lo puedes pagar) o en transporte público; se pasan de la raya cuando están en casa y no deben conducir; van al restaurante y se llevan el líquido que les ha sobrado en la botella.
¡Viva la libertad, por supuesto! La libertad que ejercida con cordura no provoque que otros mueran por nuestra culpa y, eso sí, si le gusta el vino beba que es muy sano, en dosis controladas, claro.