Flores de duelo

Flores de duelo

{mosimage}Cada tarde cruzo la ciudad en busca de un destino conocido. Antes de llegar a cada cruce, memorizo el paisaje urbano que me voy a encontrar. Mi vida nació en Castelldefels y a estas alturas de la película mis pasos me siguen guiando a diario a través de las arterias del mismo lugar. Y desde hace algunos meses un ramo de flores adorna de negro luto una de sus esquinas. Allí donde los chavales flirtean con sueños de mayores, allí donde un rincón de asfalto parece darles el cobijo necesario para todos sus anhelos… Allí yace un ramo de lágrimas negras que mes a mes reverdece porque una familia rota no encuentra consuelo por culpa de la ausencia.

En esta noria de velocidad vertiginosa en la que vivimos ya nos hemos acostumbrado a cruzar nuestra mirada con un sinfín de puntos negros en nuestras carreteras. Allí donde alguien dejó absurdamente su vida para siempre, un ramo de flores se marchita viendo pasar el tiempo a golpe de acelerones y frenazos. No hay carretera que no tenga una muesca en su trazado. Pero cuando la fatalidad nos toca de cerca, cuando alguien deja de vivir en nuestra calle, a pocos pasos de nuestra casa, esa ofrenda floral nos pellizca el alma con una fuerza desgarradora.

Este es el caso del cuadro que mes a mes se repite a las puertas de un colegio de la ciudad. Un ramo de flores frescas coincidiendo con la fecha del adiós. A su alrededor imagino un pupitre vacío, una habitación donde reina el eco del silencio, un sepulcro en vida que mantiene a sus seres queridos en el más profundo de los dolores. No consigo acostumbrarme a la visión de esas flores entrelazadas, sujetas a una valla, honrando la memoria de ese joven chico. Cada vez que alguien las deposita allí, mi pulso se detiene por culpa del dolor ajeno, por la tristeza que no encuentra el fin de sus días.

No deberíamos acostumbrarnos nunca a esa dolorosa visión a nuestro alrededor. No deberíamos ser indiferentes a tanta muerte sin sentido. No deberíamos vacunarnos contra los hechos que hacen aflorar nuestra sensibilidad a diario. Por favor, cuando pasen junto a ese punto negro, cuando se crucen con ese ramo de flores en señal de duelo, dediquen algún segundo de sus vidas a pensar de qué manera podemos ayudar cada uno de nosotros para que nunca más nadie vuelva a llorar por un chico muerto a las puertas de un colegio. Para que la tragedia nunca más se vuelva a repetir. Nos va en ello el alma.