Hemos vuelto a Cotlliure

Hemos vuelto a Cotlliure

{mosimage}De nuevo, el pasado 30 de septiembre, 40 personas de Castelldefels volvimos a Cotlliure a visitar los lugares donde estuvo Machado para llevar unas flores a su tumba y recitarle algún poema. Puntuales, partimos a las 7 de la mañana desde nuestra ciudad y lo que para nosotros fue un agradable viaje de menos de 3 horas, a nuestro poeta y a sus acompañantes le costó llegar 9 penosos días. Machado tras su salida de Barcelona el 21 de enero, llegó a Viladesens el 26 donde durmió en Mas Faixà, sería su ultima noche en España.

El 27 con las primeras luces, la caravana de coches en que viajaban los intelectuales reemprende la marcha, pero se encuentra con la riada de personas que también intenta llegar a Francia, por lo que tardan casi un día en alcanzar la frontera. Para colmo de males, el coche en el que iba la familia Machado se averió y aunque les recogió una ambulancia, ésta no pudo continuar al encontrarse los caminos colapsados, por lo que se vieron obligados a pasar la frontera a pie. La lluvia y el intenso frío hacían aun más penoso el amargo trance.

En el trajín del viaje, tuvieron que dejar el equipaje y Antonio perdió el maletín en el que conservaba las cartas de su amada Guiomar, además de los últimos poemas que el poeta le dedicó y con los que quería hacer un nuevo libro. Gracias a la ayuda que en todo momento le prestó Corpus Barga, pasaron la frontera sin más problemas y, ya en zona francesa, pudieron descansar en el despacho del Comisario de Aduanas, que facilitó un coche para desplazarse a Cerbère y desde allí poder continuar el viaje en tren. En la estación de Cerbère constataron que su exiguo dinero no valía nada y hasta un café con leche que se tomó el poeta en la cantina lo debió pagar algún intelectual que los acompañaba, puesto que los presentes no podían permitir que don Antonio empeñara un reloj que llevaba.

La primera noche en Francia (y debido a que no quedaba ninguna habitación de hotel libre en el pueblo) la pasaron en un vagón de ferrocarril vacío que le cedió el jefe de Estación. El 29 partieron en tren hacia Cotlliure, ya que don Antonio no quiso ir a París donde el gobierno republicano les había ofrecido acomodo. La llegada a la villa marinera fue sobre las cinco de la tarde, sin ningún medio económico y con lo puesto. Se alojaron en dos de las habitaciones del primer piso del hotel Bougnol Quintana, en una el poeta y su madre y en otra, José y su esposa Matea.

Los días que vivió en Cotlliure no salió a la calle, la enfermedad y el exilio le estaban minando la salud. Unos días antes de su fallecimiento le pidió a su hermano José que lo llevara a la playa para ver el mar, fue su primera y última salida. El 18 de febrero comenzó a sentirse mal, por lo que se mandó llamar al doctor Cazabens, que le diagnosticó una neumonía. El 22 de febrero murió al atardecer. Avisados los soldados españoles que estaban refugiados en el castillo, llevaron a hombros el féretro cubierto con la bandera republicana hasta el cementerio. La calle por donde pasó el cortejo fúnebre, hoy lleva el nombre del poeta.

Fue enterrado en un nicho cedido por la señora Deboher, amiga íntima de madame Quintana, la dueña del hotel que tan generosamente acogió a la familia Machado. Tres días después murió la madre del poeta.

A los pocos días, José Machado encontró en un bolsillo de la chaqueta de nuestro poeta un papel en el que éste había escrito su último verso:

Estos días azules y este sol de infancia.
El profesor Antonio Sánchez Barbudo nos dice: Un estupendo verso final, pues no evoca meramente "aquellos" días o "aquel sol". Están en el presente. Mira, y ve otra vez "días azules", como aquéllos: y de nuevo un "sol de infancia", como aquél, cuando parecía vibrar en el aire la esperanza. Todo igual que antes.
Podemos imaginar – basándonos en este verso – lo que él pensó y sintió al escribirlo. La vida era bella y empezaba siempre de nuevo: más para otros. Una vez más, él descubría esa maravilla que es el eterno repetirse de la primavera, la niñez y la ilusión. Veía él de nuevo, en medio de su gran tristeza, un día azul y un sol de infancia. Otra vez la vida, brillando, presente. Pero él estaba vencido, enfermo, fuera de su patria y con un pie ya dentro de la tumba.

En el año 1958 los restos de don Antonio y de su madre fueron depositados en el actual panteón que hay a la entrada del cementerio del pueblo. Según Manuel Valiente, testigo presencial del acto de reinhumación, en el momento de depositar los féretros alguien llamó a la puerta del cementerio y le fue franqueada la entrada, esa persona dijo venir en nombre de los presos políticos de la cárcel Modelo de Barcelona, traía un pequeño cofre de madera tallada con tierra de España para ser vertida en la tumba.

Nosotros, la primera vez que fuimos hace años, le llevamos, en un cuenco de cerámica, arena de la playa de Castelldefels para depositarla encima de su tumba junto a nuestros poemas escritos.

Volveremos a Cotlliure