Patrias, banderas, nobles y atragantamientos
{mosimage}Escribo este suelto a unas horas de marcharme de puente del pííííí o de la píííí, que es que ya no se atreve una a nombrar según qué cosas por miedo a que la tachen de algo desagradable sin merecerlo. Y antes de tomarme ese descanso de tres días, se me amontonan en las neuronas las informaciones sobre eventos, actos, maridajes y desheredados y no distingo con claridad a qué debo dedicar mi atención.
Pienso en ese chico llamado Borja, hijo de una baronesa, que se casó con nocturnidad y alevosía delante de nuestra intrépida vecina Chelo García Cortés, que consiguió para Lecturas la exclusividad de tan magno evento y, la verdad, por mucho que piense, nada se me revuelve en el interior.
Me dedico también a interiorizar los discursos sobre la patria, la bandera y los himnos con letra y me hago un lío: ¿Soy catalana pero española a la vez?, ¿me dejarán ser sólo española?, ¿podré ser sólo catalana? ¡Ay! para mí que no me van a dejar ser lo que yo quiera porque en nombre de la patria los hay que te ponen unas exigencias difíciles de cumplir, y sobre todo cuando te meten por en medio los colores, que hasta el presidente del Barça se nos está poniendo pesadito con sus mítines políticos, yo de él fundaría un partido y ¡Hala, a jugársela en las próximas elecciones!
Aunque confieso que lo peor de todo ha sido la aparición de un señor de gafas, de nombre Mariano, que hizo la propuesta de celebración del día de la píííí´ con tales ínfulas de Jefe de Estado, sustituto del que tenemos y a los que algunos le piden la abdicación, que enseguida me dije: ¡África, dedícate este finde a comer paella valenciana, fabada asturiana, mojo picón, gazpacho andaluz y conill amb allioli amb pa amb tomàquet o ese de la barba y las gafas puede solicitar que te exilien por no haber demostrado suficiente dominio del día de la pípíííí.