Algo más que mala educación

Algo más que mala educación

{mosimage}La normalidad democrática tarda muchas décadas en asentarse y en nuestro país, que ha cumplido este año treinta de democracia, empiezan a asomar esos signos de normalidad. Cuando José Luis Rodríguez Zapatero, presidente del Gobierno, exige respeto para con su antecesor no hace sino cumplir con su obligación exigiendo algo que de tan obvio parece normal, pero que hemos visto muchas veces incumplido. El respeto a un representante democrático de los ciudadanos es algo que debía de caer por su propio peso, al margen de las divergencias ideológicas. Se puede estar en contra de las opiniones de nuestro adversario político sin necesidad de descalificaciones personales y menos cuando éstas suceden en un país que no es el nuestro. Ahora bien, la educación en esta ocasión del expresidente Aznar agradeciendo a su sucesor el gesto, se ha visto enturbiada por el oportunismo mal entendido de una precampaña que se me antoja excesivamente larga y en la que parece todo vale. Achacar la mala educación de una persona ajena a nuestro país a la mala gestión de la política exterior del Gobierno me parece un despropósito, pero es como si estuviera escrito que toca ser mal educado o malévolo cuando de un mitin electoral o preelectoral se trata. En fin, qué le vamos a hacer, forma parte del juego democrático.

En ese mismo sentido me pareció que Don Juan Carlos quizás se excedió en la forma, aunque en absoluto en el fondo, pero es que el de Venezuela llevaba un buen rato dale que te pego con el asunto y cuando a uno se le agota la paciencia, es difícil controlar las formas, aunque el que las deba guardar sea el Rey de España. A mí me resultó simpático el gesto, más que ofensivo, pero en esto como en todo, seguro que hay diversidad de opiniones.

Ahí reside la gracia de nuestro sistema, en que cada cual puede opinar como quiera y no por ello se tambalea nada. Lo peor es cuando en nombre del pueblo y del bien por el pueblo, uno empieza a cerrar medios de comunicación que le son adversos e intenta perpetuarse en el poder porque se considera un Mesías para los suyos como le ocurre al libertador Chávez, a quien más le valdría mirarse en su propio espejo y reflexionar sobre los malos modos de los que acusa a los demás cuando él los cultiva en su propia casa. Es aquello de la paja en ojo ajeno y la viga en el propio.