Clones
{mosimage}Reconozco que Un mundo feliz (1932) de Aldous Huxley me marcó poderosamente en mi adolescencia. Eso de que la humanidad sea concebida en probetas y genéticamente condicionada para pertenecer a una de las cinco categorías de población, me dejó una curiosidad sobre todo en lo que concierne a las tecnologías reproductivas, que, creo, me acompañará siempre.
En el mes de septiembre, el Instituto de Estudios Avanzados de la Universidad de la ONU ha realizado un informe sobre la clonación de personas: “Es inevitable la clonación reproductiva humana: opciones de futuro para el gobierno de la ONU” (Ver artículo). El documento alerta y reflexiona sobre la transición en la cual nos encontramos: seguro que en un futuro existirán los clones y esto afectará de una manera profunda e irreversible a toda la humanidad, pero hasta ese momento, ¿cómo se vehiculiza todo este proceso tecnológico, legal y cultural?
Por ahora ya hay países que han prohibido la clonación humana (no confundir con la clonación terapéutica de la que somos un país pionero), pero no por una cuestión religiosa (el Vaticano se opone tanto a la humana como a la terapéutica), sino porque todavía no existe la tecnología adecuada para garantizar seres humanos sin malformaciones o enfermedades relacionadas con la clonación (hay que recordar que la oveja Dolly envejeció mucho más rápido que cualquiera de sus congéneres, además de sufrir más enfermedades degenerativas).
Estamos ante un nuevo reto científico al que hay que rodear de la ética y la política adecuadas para no frenar algo que, tarde o temprano, se hará realidad, ni tampoco para que quede en manos de empresas o científicos sin escrúpulos.
Carme Sánchez Martín
http://www.carmesanchez.blogspot.com