Por un dulce Noviembre
{mosimage}Me diste lo que más quería, y nunca he dejado de darte las gracias. Pero también me quitaste la sonrisa de un plumazo, y nunca podré olvidar el paso de la fría guadaña por mi vera. Fue en noviembre, un dulce y un amargo mes de noviembre que se fijaron para siempre en el álbum de mi vida. Me enseñaste a amar en tiempos de besos con sabor a glaciar y de palabras a media tarde que dibujaban castillos de humo en el cielo. Pero también me enseñaste a pasar con los pies descalzos por el frío piso de una calle solitaria. Un cruce de caminos sin destino a ninguna parte; unas hojas de calendario que volaban sin rumbo fijo, huyendo del paso del tiempo que les perseguía; un anciano que lloraba por ver a un niño cuyo nombre ya no recordaba; un último aliento de vida que se fue con una maldita hoja de otoño caída en noviembre… A todo eso me sabe este mes de noviembre al que intento darle un mordisco por su lado más dulce.
Quiero que una canción de amor revolucionario suene para siempre en mi vida. Lo canta Moustaki, y se lo debemos a él y a todos los que se fueron en el camino sin haber amado lo suficiente. La revolución tiene que ser permanente. La revuelta de las pequeñas cosas, la guerra de los besos y la poesía susurrada al oído, la conquista de la eterna primavera… Una declaración de amor etílico, escrita en la pared de un pequeño bar donde nadie esconde ya lo que quiere ser de mayor. Un brindis por una amistad que nunca morirá. Un beso canalla en medio de tanta caricia mediocre. Y una canción de Sabina, que nunca deja de sonar, guiando los pasos de un ciego por la ciudad.
Así imagino un dulce noviembre, sin 27 ni 20, con 2 y con 12. Con las hojas que arranco del calendario para desterrarlas de mi recuerdo. Con fechas que subrayo todos los años para evitar que la desmemoria entre en mi vida y me deje huérfano de sentimientos. Si la próxima estación es la de noviembre, quiero seguir bajándome en ella. Porque todavía quiero seguir buscando el camino de los pasos perdidos; aquellos sobre los que siempre necesito volver. Porque quiero creer que el dulce de noviembre todavía me espera en un rincón repleto de mesas vacías, de mesas vacías de sinsabores y amarguras, de mesas llenas de besos de chocolate y miradas de eterna juventud.