Lucía
{mosimage}Has llegado al mundo entre algodones de silencio nocturno y la añoranza de una voz que nunca responderá ya al otro lado del teléfono. El calendario avanzaba con paso firme por el mes de enero, arrebatándole hojas de vida, y señalando el camino por donde tú tenías que avanzar. Así fue. Tu llegada, de madrugada, en medio de la quietud de un hospital sin urgencias ni gritos, ya nos anunció que tus días serían así, tranquilos, sosegados, llenos de paz… Es como si un alma bondadosa dirigiera desde el cielo tus primeros pasos, llevándote por un paraje verde y luminoso, con el fondo azul del mar Mediterráneo meciéndose ante tus ojos, contagiándolos de ese mismo color que adornan tus ojitos de recién nacida.
Tu nacimiento llega después de mucho sufrimiento, tras una cadena de acontecimientos que, sin duda, nos han dejado surcos profundos en el corazón. Son sensaciones que jamás podremos olvidar, sentimientos de dura y negra acidez entremezclados con otros dulces momentos vividos al calor de la amistad y el amor sin condiciones. Ya nada volverá a ser como antes, pero ese convencimiento nos ha hecho fuertes porque también nos ha servido para creer en la vida, en un futuro con esperanza, con ilusión, con felicidad. Todos esos valores se fusionaron el pasado día 24 de enero, en una noche que jamás olvidaremos tus padres y tu hermanito. Fue en el paritorio de tu alumbramiento.
Allí naciste siendo Lucía, alimentada y oxigenada en las entrañas de tu madre Lucía. De ella aprenderás todo lo que te permitirá ser el día de mañana una buena persona, será ella quien te guíe por el pasillo oscuro de las noches de desesperanza, será ella quien te transmita el calor del amor verdadero con sus manos tersas y acogedoras. Será tu madre Lucía quien, cuando seas mayor, te explique el cuento del porqué de tu nombre. Será entonces cuando conozcas de primera mano el olor a salitre húmedo del océano Atlántico, en una playa de Mazarrón, en Huelva. Lo haremos en un día luminoso y bello, como cuando acudimos ahí a despedir a nuestra compañera del alma, a nuestra amiga más querida. Será entonces cuando te contemos que tu nombre no es una simple réplica de la madre que te dio la vida, sino que te llamas Lucía porque nuestra amiga Paqui nunca pudo ver cumplido su sueño, el de dar a luz a una niña que se llamaría así… Lucía. Va por ti, Curra… Ah, y sigue calmando con tus manos prodigiosas los males de mi niña. Desde el cielo seguimos notando tu presencia.