Último adiós a las viviendas de la Rocalla
El pasado 21 de febrero parte de los vecinos de los pisos de la Rocalla, situados entre la calle Bisbe Urquinaona y la calle Església de Castelldefels, se reunieron para despedirse del que fuera su hogar durante prácticamente cuatro décadas. Estas 54 viviendas, construidas en 1964, fueron habitadas principalmente por trabajadores de la fábrica de fibrocementos de la Rocalla y sus familias. Entre ellos se encontraban Segundo Sánchez, Antonio Cañete, Francisco Barberá, José López, José Rodríguez, Ramón Camacho, José Egea y la familia de Alfonso Guisado, alias el “Algarrobo”, que manifestaron su avenencia con la próxima demolición de los pisos porque ganarán en calidad de vida. Aseguran que las viviendas fueron construidas con amianto, un silicato que se usaba en materiales de la construcción y que desprende polvo cancerígeno. José Medina pasó 39 años residiendo en uno de estos pisos y trabajando en la Rocalla hasta que se jubiló a los 45 años por secuelas derivadas del amianto y del cesio, otro componente nocivo para la salud que se utilizaba en dicha empresa. Antonia Hernández, hija de Manuel y Dolores, afirma que el agua de la que beben contiene amianto y que hay mucha humedad en las viviendas, sobre todo en las plantas bajas. María Cano Jover, esposa de un trabajador de la Rocalla fallecido de ventosis, asegura que duerme con mascarilla por problemas respiratorios. A pesar de esto, María comunica que su deseo hubiera sido quedarse en su piso, igual que la esposa de Juan Cámara Calahorro, debido al valor sentimental que estas viviendas tienen para ellas. Entre sus recuerdos figuran los concursos de jardines de la Rocalla, los adornos de la calle para las fiestas de San Juan, las verbenas que montaban los vecinos en el patio de su comunidad y el grupo de amigos que formaban sus hijos. Los vecinos aseguran que eran como un pequeño barrio y una gran familia. Los trabajadores pagaban por sus hogares, en aquel entonces, alrededor de cuatrocientas de las antiguas pesetas mensuales, llegando en su mayor parte a comprar los pisos unos años más tarde.
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No por mucho tiempo estas viviendas, convertidas en un referente histórico reciente y vestigio de lo que significó la Rocalla para el crecimiento de Castelldefels, se mantendrán en pie. Los edificios ya se han empezado a derruir, pero todavía puede verse en una de sus fachadas la inscripción conmemorativa decorada con símbolos y escudos falangistas que reza: “Delegación Nacional de Sindicatos. Grupo Rocalla, S.A.”
Tras su próxima construcción -se estima que durará un plazo de tres años-, se concederá una vivienda a cada propietario de los 114 pisos que prevén construir en su lugar, que constará de planta baja más cuatro de altura. Mientras se construyen las nuevas viviendas los propietarios tendrán que residir con parientes o de alquiler, motivo por el cual algunas familias se resistieron a abandonar la vivienda hasta que empezaron a retirar los techos de uralita.