Cuento de primavera
{mosimage}El sol de media tarde anuncia la llegada de un nuevo tiempo, una nueva estación se abre paso en el horizonte, a golpe de atardeceres llenos de nubes rojizas y alargadas. En el ambiente se palpa la agitación de una nueva floración, los pinos de Castelldefels dejan su huella sobre el renovado asfalto de una ciudad que sigue buscando una nueva fisonomía, más acorde con los tiempos modernos. Las obras nos rodean. Huimos de ellas. Encontramos cierto cobijo en un parque urbano, cada vez más reducido, más estrecho y más masificado. Son los nuevos tiempos de una ciudad que intenta sacar la cabeza en el jersey de la urbanización desmesurada de los últimos tiempos. Algún día lo conseguiremos, y podremos sentirnos cómodos en esa vestimenta que nadie podía imaginar hace treinta años.
La nueva era también se deja entrever con la moda urbana que nos ha acompañado en estos últimos tiempos. El día 9 de marzo cumplíamos con nuestro deber ciudadano, y unas semanas antes los políticos nos recordaban a pie de calle que debíamos tener cabeza y corazón, otros que ya era hora de apostar por la balcanización de nuestras raíces, y los que ganaron sencillamente nos hablaban de optimismo y nos pedían el apoyo con la sonrisa de una mujer joven y radiante. Al final, la contienda política se redujo a eso, a un pulso entre la protesta malhumorada y la apuesta por el optimismo vital a pesar de las dificultades.
Los que perdieron creo que todavía no han entendido el mensaje de la ciudadanía. Han pasado pocas jornadas desde entonces y me da la impresión de que siguen sin captar la esencia de la respuesta ciudadana. El hombre no ha nacido para vivir en estado de enfado permanente. Y la estrategia de agitar a diario la amenaza de un socavón gigante o de un tsunami independentista aleja a la gente de tu vera sin remedio. La acción humana está llena de errores, y todos tenemos una ristra de ellos en nuestra vida cotidiana pero, al final como en la ficción, siempre triunfan los buenos, los que sonríen en la última escena, los que te guiñan el ojo en señal de ánimo en los tiempos difíciles. Por eso, la mayoría de catalanes apostaron por una chica que sonreía en sus carteles electorales.
Que sirva de ejemplo este pequeño cuento electoral de una primavera que ya está aquí entre nosotros. Que nos sirva para entender que en la vida no se consigue nada si no se trabaja en positivo. Que la discrepancia y la protesta son necesarias, pero que el Ser Humano necesita ser optimista para alcanzar la felicidad. Que la lectura de lo que nos pasa se digiere mejor si la vemos con buenos ojos. Como dijo Joan Manuel Serrat, tras serle diagnosticado un cáncer: “Lo importante, lo trascendente no es lo que te pasa en la vida; si no cómo te tomas lo que te pasa”.