Descubre tu dieta personal

Descubre tu dieta personal

{mosimage}El placer es un factor irrenunciable a la hora de seguir una dieta. No vivimos de lo que comemos, sino de lo que asimilamos con la digestión. Así, lo que se come con apetito y placer se digiere más deprisa y de un modo más completo y saludable.

Alimentarse correctamente es a la vez fácil y difícil. No es como la gasolina que conviene al motor de nuestro coche, siempre la misma; ni puede obedecer  al capricho de lo que nos gusta, como hacen los niños. Comer es una necesidad básica, a la vez instintiva y cultural.

Las bases genéticas de la alimentación no pueden olvidarse, ya que cada raza y grupo social supone una adaptación de siglos a determinados nutrientes. Es normal que los nativos amazónicos no toleren bien la leche de vaca, mientras los habitantes de las zonas frías de Europa utilicen ésta y sus derivados con mejor tolerancia. O los esquimales basen su dieta en carne y pescado, sin que el cáncer o enfermedades cardiovasculares fueran conocidas por ellos, por lo menos hasta tiempos recientes.

El hecho de que la globalización de las últimas décadas tienda a uniformar las costumbres alimenticias, va a menudo en contra de la alimentación tradicional basada en razones geográficas e históricas. Después de querer imitar a los estadounidenses con su comida rápida y los vasos descomunales de leche o coca-cola con hielo, resulta que ellos mismos descubren los beneficios de la llamada “dieta mediterránea”, más o menos la que solía darse en nuestros hogares hasta no hace mucho.

LO QUE SABEMOS
La ciencia nutricional nos indica determinados conocimientos sobre lo más adecuado a la hora de alimentarnos. No es un conocimiento definitivo, pues está sujeto a cambios según los nuevos descubrimientos. Muchas verdades empíricas, como por ejemplo que es bueno comer fruta, sólo fueron reconocidas por la ciencia occidental cuando se descubrió el papel de las vitaminas en las funciones corporales.

Hay, en efecto, muchas teorías dietéticas y si las siguiéramos todas a la vez, terminaríamos por no comer nada. Hay las que recomiendan ceñirse a un cierto tipo de alimentos, mientras que otras los proscriben. Lo que parece cierto es que el ser humano es omnívoro, es decir, que está potencialmente adaptado a alimentarse tanto de productos vegetales como animales, según las circunstancias del medio o las creencias.

Científicamente hablando, la “dieta milagrosa” es un mito, pues en las investigaciones más avanzadas ponen de manifiesto que no es posible considerar los alimentos separadamente del organismo que los asimila. Hay muchas paradojas en ese sentido como, por ejemplo, que el calcio tiene un efecto estimulante y acidógeno en ciertas personas y lo contrario, sedante y alcalinizante, en otras. De modo que su utilidad frente al tratamiento de la osteoporosis funcionará en unos casos y no en otros.

Esto significa que tanto los alimentos convencionales como los suplementos dietéticos de minerales o vitaminas actúan en el organismo dependiendo del metabolismo de la persona, “lo que para uno es alimento, puede ser veneno para otro”.

El cuerpo es sabio en ese sentido: nos quita el hambre pero nos aumenta la sed cuando tenemos fiebre para poder, así, eliminar a los microbios invasores de nuestro organismo o tenemos apetencia por determinados alimentos en caso de enfermedad (buscan inconscientemente hierro los anémicos, magnesio los nerviosos o carbohidratos quienes realizan tareas musculares). El deseo de chocolate, por ejemplo, puede deberse a sus propiedades antidepresivas y estimulantes, por lo que habrá que ser un poco compresivos a la hora de reñir al amigo o familiar que lo utiliza con soltura.
Claro que todo abuso es perjudicial a la larga. De nuevo tiene que haber un equilibrio entre instinto y razón. Hay que permitirse, en cierta medida, “lo que pide el cuerpo”, pero sin traspasar ciertos límites.

Tan perjudicial puede ser comer caprichosamente como ser esclavo de una determinada norma dietética.

SALUD Y ESPONTANEIDAD
Las personas que buscan mejorar su alimentación, a menudo parten de dietas desequilibradas por falta o exceso de determinados alimentos. El primer objetivo será poner orden y cambiar hábitos. Eliminar sustancias tóxicas y añadir alimentos saludables, habitualmente de origen vegetal.

La persona va experimentando nuevas costumbres alimentarias, toma mayor conciencia de su organismo y advierte que va ganando con el cambio: mejores digestiones, menos pesadez mental al acabar de comer, vence el estreñimiento… y, de paso, vuelve a su peso correcto.

Se han adquirido unos nuevos hábitos que, sin duda, afectarán en una buena salud. Pero cada persona es un mundo, con sus características bioquímicas y psicológicas, por lo que seguir a pies juntillas una tendencia dietética, más o menos drástica, sin preguntarle al cuerpo qué tal le va, es un error, además llevará tarde o temprano a tener que replanteárselo.

Lo importante es que las normas dietéticas no se vuelvan demasiado rígidas, pero sin caer en lo contrario. Lo que cuenta de cara a la buena salud son lo hábitos, no las excepciones en un momento dado. El cuerpo y la mente pueden necesitar algo distinto a lo habitual, sin que esto signifique traicionar ideales o alterar la salud. Sin resentimiento de culpabilidad, hay que dejar que nuestra intuición nos guíe. Allí estará también el sentido común para colaborar, respetuosamente.

Ruth Sampietro
Naturópata-Homeópata
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