Oros, platas y bronces
{mosimage}Ha sido un agosto bochornoso, pero sobre todo olímpico. Y aunque no soy muy deportista, ni de practicar ni de mirar, es difícil no estar al día de las hazañas, derrotas y decepciones del montón de personas que durante estas últimas semanas han competido en China.
A pesar de lo controvertido del país anfitrión por su interpretación sui generis del olimpismo y de los derechos humanos, las filigranas diplomáticas y políticas de muchos dirigentes para poder asistir, y las muestras de ingenio de algunas organizaciones activistas para seguir presionando, no cabe duda de que es un espectáculo del esfuerzo humano físico y psicológico.
Me parece ejemplarizante para el resto del mundo comprobar que personas que se esfuerzan consiguen el merecido premio de una medalla (véanse los casos de Rafa Nadal, Vivi Ruano, Anabel Medina, Gervasio Deffer, Leire Olaberría, Joan Llaneras, Phelps, Gemma Mengual, Andrea Fuentes…), pero también como otras, después de años de preparación intensa, tienen un mal día –porque cualquiera puede tener un mal día por un catarro, una indisposición o por puro nerviosismo-, sufren una caída o una lesión, y han de aceptar la vuelta a casa con el consabido “lo importante es participar” martilleando en su ego (como los ejemplos de Javier Gómez Noya, Erika Villaécija, Isaac Botella, Marta Domínguez, Liu Xiang,…). De todas maneras, me impone esa capacidad que tiene la gran mayoría para seguir intentándolo, a veces con tintes dramáticos en la misma competición, o explicándolo después ante un micrófono con la cara desencajada y la decepción en la voz.
Me llama también la atención las diferencias que existen entre los deportes individuales, los que se realizan en pareja y los propiamente de equipo: las diferentes formas de festejar las victorias, encajar las derrotas, dar y darse ánimos,…y genero hipótesis sobre cómo las relaciones de esas micro o macro-organizaciones inciden en el resultado – deportista individual y entrenador/a, entre las parejas que entrenan y compiten juntas horas y horas, o los equipos más numerosos…-.
Y como en toda actividad humana, hay quien intenta hacer trampas –algún que otro caso de dopaje ha habido- y también existen discriminaciones, favoritismos e injusticias: me sorprendieron las disculpas de un comentarista deportivo a Viví Ruano por no haberle dado cobertura mediática durante tiempo, el nulo de Lidia Valentín, el favoritismo que perjudicó a Gervasio Deffer y la sorprendente decisión del comité olímpico de vela que apeó del oro a Iker Martínez y Xabi Fernández.
Dicho de manera coloquial, “como la vida misma”.