A mi tío Sebastián

Homejane: "A mi tío Sebastián"

{mosimage}Nunca olvidaré el 1 de septiembre de 2008. Cuando el día tocaba a su fin, cuando todo parecía volver a empezar tras el paréntesis del verano, todo se acababa para ti. Una llamada a medianoche nos arrancaba de tu vera para siempre. Todavía hoy, días después de tu desaparición, te imagino en los inicios de aquella triste noche; a punto de entregarte a una larga madrugada en duermevela con el “cojín” de la radio como somnífero. Allí nos encontrábamos cada día, acortando distancias, buscándonos de forma silenciosa y cómplice, encontrándonos en algún giro de guión que me permitía lanzarte un guiño al aire. Porque sabía que tú siempre estabas ahí, al otro lado. Ahora mis madrugadas están más huecas de compañía, la ausencia de tu aliento me ha dejado con un insoportable y hondo sentimiento de orfandad.

{mosimage}Una parte de mis raíces, de las raíces de nuestra familia, se han ido contigo para siempre. Hace 40 años viniste a la tierra que me vio nacer, lo hiciste en compañía de tus dos hermanos y tu madre; con la maleta cargada de ilusión y proyectos. Eso fue lo que te hizo prosperar, la ilusión que desbordabas y el empeño que ponías en todo lo que hacías. Primero trabajaste en compañía de tus hermanos; luego en solitario conseguiste abrirte paso en un mundo hasta entonces “prohibido” para todos los que te rodeaban. Así llegaste a dirigir tu propia oficina bancaria. Fuiste el primer director de la “Caixa Penedès”, situada en la Avenida Manuel Girona. Tus hermanos siguen conservando algunas de aquellas primeras cuentas corrientes; y muchos vecinos todavía te recuerdan con afecto y cariño. Porque tú les ayudaste a obtener aquella primera hipoteca que tanto costaba conseguir en otras entidades. Era un tiempo de estrecheces y apreturas para todos, pero en “la caja de Sebastián” siempre había una silla libre en tu despacho para ponerse de acuerdo en el trato.

Ese espíritu conciliador y desprendido fue quizás también lo que te ayudó a regresar a tu tierra, a tu Zarza querida, a esa Extremadura que tanto querías y a la que tanto añorabas. Con ese talante y esa fuerza de carácter que te gastabas, nadie podía decirte que no. No tardarías mucho tiempo en conquistar también aquella “plaza”. Pronto tus vecinos y amigos entendieron que podían recurrir a ti ante cualquier adversidad de tipo administrativo. No importaba que fuera el retraso en los trámites de una pensión de jubilación o un error en una factura de la compañía de la luz. Sebastián sabría qué hacer ante tales circunstancias. Por eso acudían a ti, por eso confiaban en ti, y por eso el sentimiento de pena que inundó La Zarza el día del funeral rebosaba autenticidad.

La Zarza entera lloró al verte partir. Tu repentina muerte ha dejado tras de sí a una familia destrozada. Tu mujer, tus hijos, tus nietos, tus hermanos, tus sobrinos… Todos cuántos te quisimos en vida seguimos sin saber cómo enfrentarnos a tu desaparición. No te tocaba, no era tu hora. Solo tenías 62 años y todavía teníamos muchas conversaciones pendientes.

Ahora, cuando cae la noche, y algún guiño cómplice me viene a la mente, me tengo que acostumbrar a imaginarte lejos de tu casa; en aquel camposanto lleno de raíces profundas, rodeado de viñedos, encinas y olivos. Nos está costando mucho a todos, porque nunca podremos olvidar tu paso por nuestras vidas. Querido tío, descansa en paz y hasta siempre.