La hoja en blanco

La hoja en blanco

{mosimage}Tras la fiebre ociosa del verano, el otoño irrumpe en silencio, a golpe de chaparrón incómodo, de tarde negra de nubarrones, de ausencias que se solapan… Dicen los expertos en cuestiones ambientales, e incluso sentimentales, que estamos ante el gran espectáculo de los ciclos de la vida. Al estallido de luz y de colores, a la sobreexposición de puertas hacia fuera, le tiene que suceder el tiempo de la quietud, de la renovación interior, de la búsqueda, de la eterna búsqueda del equilibrio y la armonía.

En esas ando, a medio camino entre las hojas del calendario, buscando una salida airosa para este período de arranque, de duro arranque. La transición este año no va a ser fácil. Todavía miro hacia atrás, buscando el porqué a aquellas fechas negras, rebobinando en mi memoria, seleccionando recuerdos, hurtándole segundos al presente para deleitarme con un pasado que ya nunca volverá. Sobre el futuro prefiero no hablar, porque cada vez confío menos en ese valor de supuesta eternidad en el que creemos vivir; seguros de nosotros mismos y de nuestro entorno, seguros de que nunca dejaremos de estar seguros… Qué gran mentira…

Los niños te llevan por la senda del camino ya recorrido. Esta sí que es una verdadera segunda oportunidad. Desde el otro lado, desde la otra orilla, dejándote llevar por ese cauce existencial que consiste en ver crecer a tus hijos, en acompañarles en la ruta. Intento paladear de esos momentos auténticos, en los que uno puede disfrutar de los pocos placeres reales que te ofrece la vida diaria. Es cuando percibo que sí, que la vuelta a la cotidianidad tiene sentido, porque es en ella donde me encuentro con las personas que más quiero, porque es en esa supuesta rutina donde hallo mi cobijo interior, mi luz al final del túnel.

El otoño hay días en que se resiste a avanzar, pero las previsiones alertan de que su bravura está a punto de llamar a nuestra puerta. Busco resguardo, me dejo llevar por los olores del incienso, hallo la poesía perdida en mi juventud en la letra de una canción y a través de las ventanas veo caer las hojas de los árboles. Son hojas en blanco, como lo era esta hace unos minutos. Ojalá nunca dejen de caer las hojas en blanco. El día en que todo esté escrito, ese día, dejaremos de respirar.