Sensaciones
{mosimage}¿Se acuerdan de cuando las televisiones recortaban el formato original de las películas y se comían los laterales para que no hubiera franjas negras arriba y abajo? Lo que son las cosas… incluso antes de que llegaran las pantallas planas, grandes y panorámicas buena parte de los espectadores ya habían aceptado que se respetaran las proporciones y asumido que era mejor verlo más pequeño que verlo mutilado. Y ahora que con el estreno de “Vicky Cristina Barcelona” han quedado bien patentes los estragos que pueden hacerse con un doblaje (aunque sea bueno), ¿no sería hora de empezar a fomentar con ganas el formato original de audio y respetar las voces con las que se concibieron las películas? Digo yo, por hacer algo de campaña.
Mientras tanto se me permitirá una recomendación: vayan a ver pelis en original y sin subtítulos, o sea, en castellano y catalán; les aseguro que hay dónde elegir y que el nivel está por encima de muchas de las cosas que nos vienen de fuera y que son pura campaña de marketing.
1.- Siempre ha parecido que géneros como el thriller y el western sólo se podían hacer en USA y los que aquí se producían siempre iban a ser los hermanos pobres de los de allá. Pero la cosa ya no está tan clara y en este país (y en Europa) se están haciendo obras con verdadera garra, impregnadas de las claves del género pero originales, nuevas y propias. Valga como ejemplo “El rey de la montaña”, film entre el thriller y el terror dirigido por Gonzalo López-Gallego e interpretado por Leonardo Sbaraglia y María Valverde. Un amigo y compañero, después de dejarse guiar por mis comentarios (cosa que no siempre te permite conservar los amigos), definió la película con una frase simple, contundente y clarificadora: “Vaya mal rato más bueno que he pasado”. Y eso es de lo que se trata: dos personajes perdidos en el monte, alguien los acosa y les dispara sin saber ni quien ni por qué y cuando la película te tiene atrapado, la solución que se nos ofrece trastoca la angustia en golpe bajo al hígado y te vende una moto que no esperas y que te deja definitivamente KO. Cuando sales del cine no puedes menos que reconocer que te han manipulado como espectador y que las imágenes han traspasado la pantalla para colarse por tu piel y hacerte seguir el frío, la humedad y la tragedia de la historia. Sensación pura.
2.- Sensaciones duras es lo que le falta a “El patio de mi cárcel”, película de buenas intenciones que pide a gritos espacios degradados, ambientes sucios y personajes a punto de entrar en el infierno. Parece ser que a Belén Macías le interesaba más el buen rollo de estas mujeres encerradas y por ello se dedica a dibujarlas con mimo y cariño, sin herirlas ni degradarlas. Quizás por eso el personaje de Isa, interpretado con enorme convicción y trabajo por Verónica Echegui, es lo mejor de la función. En ella recae el peso de la obra y de ella surgen las mejores sensaciones que ofrece el film: la imposibilidad de ir por buen camino, la terrible renuncia a la hija, la dependencia, las ganas siempre frustradas de vivir… Un film que deja un poso suave y agradable y una sensación de buen rollito que no molesta.
3.- Y para sensaciones duras las que proporciona “Tiro en la cabeza”, y no por la crueldad de lo que vemos sino porque somete al espectador a un ejercicio de observación duro y continuo sobre una realidad que nos escamotea la información e incluso las sensaciones. Jaime Rosales ha hecho un experimento para el que no creo que estemos preparados: su cotidianidad se nos vuelve tedio aunque hagamos esfuerzos por seguirle la pista y mi paciencia como espectador la verdad es que llegó a agotarse.
Durante más de una hora asistimos a una cámara inmóvil, plana y absolutamente alejada de su objetivo; vemos desde la distancia y no llegamos a oír nada. Como experimento o como corto de 20 minutos habría estado bien, pero me da la impresión de que a Rosales le ha perdido la urgencia por hacer la película y ha olvidado (o no ha querido) dotar al producto de un guión que llenase los huecos de una acción inexistente, de una planificación extraordinaria que (sin perder las sensaciones buscadas) hubiese empujado al espectador hacia el mundo de tragedia cotidiana que se le vende, que hubiese hecho de lo cotidiano un hecho interesante; planos como el de la mirada del etarra a sus futuras víctimas asomando un solo ojo por detrás de la silueta de su compañera debería ser la tónica de la película y, sin embargo, es la excepción. Eso sí, la última parte es terrible, contundente, demoledora, porque gracias a las sensaciones anteriores este espectador se vio sumergido en la escena de crimen más dolorosa y terrible que recuerda. Después del bostezo, un gran aplauso.
4.- Y para terminar, una deliciosa, entrañable, simpática y recomendable comedia: “No me pidas que te bese porque te besaré” del impagable Albert Espinosa, que ya hizo de las suyas en los guiones de “Planta 4ª”, “Va ser que nadie es perfecto” o “Tu vida en 65´”. Aquí se estrena como director y aunque cinematográficamente no es que sea gran cosa (Woody Allen tampoco lo es y míralo), su capacidad para ver las cosas y ofrecerlas desde el mejor lado y de la mejor manera posible supera cualquier deficiencia (empezando por su propia actuación) y acaba ofreciendo una peli divertida, tierna y encantadora. El que esto suscribe se lo pasó pipa con esta gente especial que nunca caen ni en el ridículo ni en lo sensiblero, con frases y situaciones que te pillan desprevenido y que aparecen con una naturalidad abrumadora, con una historia sencilla y convincente en la que todos disfrutaron, incluidos mis vecinos de sesión.