Castelldefels 2009

Castelldefels 2009

{mosimage}Paseo por una ciudad levantada por las obras. Se han hecho esperar pero por fin han llegado. Quizá en exceso. Ahora dicen que en tiempos de crisis, las empresas constructoras se vuelcan en la obra pública. Es trabajo seguro, quizá más barato, y garantiza la supervivencia en época de vacas flacas como esta. Bienvenida sea esa comunión, siempre y cuando no prime el interés particular sobre el general. Esas obras de acondicionamiento urbano de una parte importante de Castelldefels nos tiene que hacer más cómoda la vida a los vecinos, pero lo cierto es que en este momento todo son incomodidades. Molestias de ruidos, suciedad, problemas de desplazamiento, de pérdida de movilidad, de desaparición de multitud de plazas de aparcamiento. Ojalá el resultado final nos compense.

De esa manera entramos con un pie en el nuevo año, un 2009 que volverá a dejarnos ante nosotros una ciudad en plena ebullición, inmersa en un continuo proceso de cambio. Quizá entonces dejemos de ser una ciudad sin teatro pero con obras… de teatro. La instalación municipal podría estar acabada en el transcurso del nuevo año. Ojalá. Quizá con el nuevo año también podríamos acudir a sus Majestades, los Reyes Magos de Oriente, para pedirles que el tráfico de primera hora de la mañana o de media tarde sea algo más digerible por las calles de Castelldefels. También podríamos desear entre todos que dejen de procrear como bestias esos vehículos tan pesados, a medio camino entre el tradicional 4X4 y el tanque militar. ¿Se han fijado que nuestra ciudad se está convirtiendo en el hábitat natural de estos mastodontes con ruedas? Alguien le ha puesto precio a la felicidad, y encima le ha puesto nombre de coche oriental. Barato, gigante, contaminante y horrible para compartir con él un espacio urbano, cada vez más reducido.

En este 2009 que tenemos por vivir quizá los niños del CEIP Josep Guinovart de Castelldefels dejen de acudir a las desvencijadas clases del colegio donde se formaron sus abuelos, allá por los años 50. Sí, ha pasado más de medio siglo, y en esta ciudad moderna todavía hay niños que siguen ocupando las mismas instalaciones, minúsculas y anquilosadas, que en su día pisaron sus antepasados. El progreso todavía tiene sus agujeros negros. Este centro escolar es una buena muestra de ello.

Y puestos a pedir, los Reyes Magos del Nuevo Año también podrían mostrarse más comprensivos con estos sufridos ciudadanos de Castelldefels en otras materias. Por ejemplo, estaría bien que por fin las medusas nos dejaran disfrutar de un verano sin sus picaduras venenosas. También sería de agradecer que los comercios locales pudieran seguir sobreviviendo a pesar de la existencia del Ánec Blau, al que todos acudimos y del que todos nos beneficiamos, pero del que todos recelamos también cuando un día vemos como un pequeño comerciante echa el cierre por falta de clientela. Los habitantes que nos sentimos identificados con esta ciudad también querríamos que se pusiera fin a la absurda normativa que obliga a miles de vecinos a enriquecer las arcas municipales de Sitges con el pago de sus impuestos; cuando realmente solo hay una ciudad que nos suministra servicios y a la que acudimos en caso de necesidad. Esa ciudad no es otra que Castelldefels. Y los vecinos “proscritos”, muy a su pesar, son todos los que habitan el barrio de Les Botigues de Sitges.

También nos gustaría que la UE Castelldefels consiguiera el ascenso y el ansiado retorno a la Tercera División, después de la mala experiencia de la temporada pasada. Una copia barata de Roman Abramovich pasó por la ciudad y se “cargó” a su equipo, y al nuestro, al de toda la vida. Una factura demasiado elevada por elegir a un mal compañero de viaje para una aventura que ni tan siquiera echó a andar. Y así, podríamos seguir con un largo etcétera, pero ya está bien por este año. Ah, por cierto, que -como decía Joaquín Sabina hablando de Madrid- a pesar de todo, me sigo quedando aquí, en Castelldefels, “una ciudad a menudo invivible… pero insustituible”.