Felicidad Económica

Felicidad Económica

{mosimage}La situación económica vigente está creando un gran pesimismo y negatividad en la sociedad. Incluso padecer enfermedades como ansiedad y depresión, causadas por las circunstancias actuales, es cada día más frecuente. Definitivamente, aún no estamos preparados para lidiar con la incertidumbre y lo desconocido. Todo ello generará un coste personal, familiar y social alto.

Sin embargo, quién no se ha preguntado por qué en países con poco desarrollo económico da la impresión de que son más felices que en otros desarrollados y que, aparentemente, lo tienen “todo”, por lo menos, a nivel material. Parece una paradoja. Efectivamente, están más entrenados para sobrevivir a la adversidad y los ciclos económicos cortos. Tenemos que aprender mucho de ellos.

La Felicidad Económica se puede representar con una formula: es la división entre la realidad y nuestras expectativas. Dicho de otra forma, son los hechos que suceden dividido entre lo que pensamos que va a ocurrir y cómo nos afectará.  Siendo objetivos, los hechos son lo que son y no dependen de nosotros, sin embargo, las expectativas son propias, personales y, en ese sentido, podemos trabajar para cambiarlas en nuestro interior. Es decir, si continuamos teniendo las mismas expectativas de bienestar y crecimiento de los últimos diez años, con seguridad no seremos felices ya que éstas eran demasiado altas y, en cambio, la realidad no promete ser tan positiva. Si no queremos sufrir, deberemos reducir nuestras expectativas. Nos costará mucho aceptarlo, pero cuanto antes lo asumamos, antes estaremos en condiciones de afrontar la situación y ser más felices.

En los primeros momentos de toda recesión, crisis, cambio de ciclo económico o, a nivel personal, pérdida de un trabajo, lo más difícil es que se acepte la situación. Lo normal en el inicio es una negación o, si me permiten, una rebeldía negando los hechos hasta que éstos se vuelven demasiado evidentes. En estas circunstancias se suele vivir mirando al pasado e, incluso, aparecen los “Profetas del pasado” que justifican por qué sucedió, pero fueron incapaces de preverlo.  Agarrarse al pasado no tiene sentido, es peligroso e incluso puede bloquear las acciones que deberíamos empezar a hacer.

Más que pasarse el día buscando el porqué y hablando de la crisis, será mucho más eficiente reaccionar. Aquellos que consigan aceptar antes la situación habrán dado un paso adelante rebasando la preocupación y pasando a la acción. No hay que preocuparse y sí ocuparse en hacer actividades diferentes.

Antonio F. Carracedo