Clásicas, animadas y repetidas

Clásicas, animadas y repetidas

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Cuando en una peli ya sabes lo que va a ocurrir y, aún así logra mantenerte atento a la pantalla durante más de dos horas, es que funciona, que sus mecanismos están bien engrasados y que sus elementos encajan y forman un conjunto coherente, y, sobre todo, que has acertado con la pantalla cuando pediste la entrada. Eso es lo que me sucedió con “El intercambio”, la última estrenada de Clint Eastwood. Entre trailers, comentarios, noticias y artículos, uno va al cine y tiene la sensación  de que “ya se sabe” la película. Y, sin embargo, las dos horas y media de su metraje se me pasaron en un suspiro, me enganchó el planteamiento que hace Eastwood a todos los niveles: los personajes me parecieron creíbles y con una fuerte carga dramática, quizás les hubiera ido bien un pelín de complejidad pero la simpleza de sus esbozos no me molestó y me pareció que le sientan bien al relato y a la época; también me gustó ese tono de clasicismo de género que domina la película, desde el vestuario y los decorados, hasta las funciones de los personajes, el uso de la luz, el aprovechamiento del encuadre (una pantalla enorme absolutamente llena por los rostros) y de la música (encantador el tema inicial), todo al borde del cliché pero sin caer en lo rancio; y sobre todo me gustó ese pulular entre diferentes géneros sin que apenas se note: del dramón más puro al cine carcelario pasando por el thriller, el cine de juicios e incluso un poco de cine de terror, aunque lo que prevalece es ese dramón con pañuelo incluido (por si son de llorar un poco…)
“El intercambio” nos habla del enfrentamiento de una mujer (moderno David) contra un Goliat con forma de cuerpo de policía corrupto, y de paso del poder, de la locura, de una madre y de los peligros de la infancia. Y aunque cae en ese peligroso terreno de personalizar el mal (capitán y jefe de policía en este caso) e individualizar  los problemas que, en realidad, son colectivos y de solución bastante más compleja, la película no pierde del todo esa reflexión crítica contra el sistema (la impotencia de la madre es manifiesta buena parte del film) y nos ofrece algunos aspectos destacables que son poco comunes en el actual cine yanqui: los conflictos aquí no se solucionan por un único hecho/personaje redentor sino que se complican, empeoran o matizan antes de finalizar (el final, eso sí, sigue siendo muy de allá)  y la derrota del malo (la condena en este caso) no se plantea como un hecho redentor a celebrar sino como una más de las tragedias acumuladas. Desde “Cazador blanco, corazón negro” (1989) y pasando por alto algunos títulos poco atractivos como “Space cowboys”(2000) o demasiado pasados de rosca como “Los puentes de Madison” (1995), Eastwood se ha convertido en un referente del cine actual, de esos que vale la pena seguir en cada título y que, en general, siempre deja buen sabor de boca, clásico pero actual.

II
Unas notas para un film con un punto en común con el anterior: la aniquilación del antagonista planteada como tragedia y no como fiesta liberadora. Se trata de “El lince perdido”, una de las propuestas animadas de estas fiestas pasadas y que, injusto como siempre, se habrá quedado a años luz de los dibujos made in USA. Quede aquí mi pequeña aportación a esta producción de Antonio Banderas, una animación en 3D que poco ha de envidiar a las de los grandes del sector y que tiene unos puntos a su favor que a mí me parecieron estupendos: sucede en Doñana y Sierra Morena y el mapa que vemos, por tanto, no es de Estados Unidos; plantea valores ecológicos sobre animales en peligro de extinción con sencillez y efectividad y sin sentimentalismos baratos; en cierto modo, huye de los roles fáciles de buenos y malos y juega al personaje que se equivoca y hace lo que no debe; la trama se desarrolla con garra e ingenio y, por una vez, no se aplaude cuando el malo sucumbe ya que sigue siendo un personaje y no sólo el pretexto de una acción. Una pena que entre tanto perro de televisión y viaje al África no parezca haber sitio suficiente para un producto como este.

III
Para acabar, se me permitirá hablar de una película que no he visto y que seguramente tampoco veré. Al escribir estas líneas se estrenaba “Quarantine”, copia de la interesante “Rec” de Balagueró y Plaza. Decía el director de “Quarantine” en una entrevista lo siguiente: “Quisimos mantenernos fiel al original porque funcionaba en numerosos aspectos… tuvimos que contenernos en muchas áreas y no desbaratar lo que era brillante en origen”. Y digo yo que si eso es cierto y con la crisis que nos asola, ¿qué sentido tiene repetir lo que ya es brillante? ¿Es que la paranoia que tienen los USA de sólo ver lo suyo y en su lengua tienen que afectarnos a todos? Y lo peor: ¡a que saca más pasta esta que el original!

En fin, colonizados, digo globalizados estamos, ¡qué le vamos a hacer! (aparte de no pagar por ella,  claro).