Ilusiones, aficiones, frustraciones, obsesiones
{mosimage}Al nacer, el libro de la vida de cada uno puede compararse a una hoja de papel en blanco sobre la mesa y bajo la pluma de un escritor… Todo está por hacer, todo el camino está por andar y en él encontramos ilusiones, aficiones, frustraciones…,y especialmente ese factor que creo que, pedantemente, llamamos el destino con el que tratamos de justificar muchas veces nuestros fracasos y usamos como excusa de nuestras frustraciones. Pero no olvidemos, como dijo alguien, que en la vida igual que en un juego de naipes el destino es quien baraja las cartas, nosotros los que las jugamos.
En alguna ocasión también tratamos de justificar los errores con otro concepto por el que siento una especial predilección: inmadurez. Y es peligroso porque esta idea, con el tiempo, es la responsable de demasiadas equivocaciones. Por esto uno comprende que tantas veces a lo largo de la historia la inmadurez haya sido una especie de virtud original del ser humano; porque el progreso, en muchas ocasiones, ha llegado por la desobediencia y la rebelión de los inmaduros y eso que llamamos coherencia y seriedad como signos de madurez es una falta de imaginación y un exceso de superficialidad la mayoría de las veces.
Y se crean ilusiones, aficiones y consecuentemente frustraciones. Y todo esto sabiendo que en la vida las ilusiones no son otra cosa que esperanzas acariciadas según una afición primaria o una inclinación por algo. Cuando esta experiencia emocional no se ve compensada con la satisfacción que se espera, a eso se le llama frustración. Luego le sigue, casi siempre, el fenómeno conocido como obsesión, y no es otra cosa que la aparición de ideas, sentimientos que no pueden apartarse de la mente con la carga que supone desde el punto de vista de la lógica, el raciocinio y el gran potencial conflictivo y ansiógeno que representa, situándose con prioridad conceptual y dominante en la vida de los obsesos. Hasta el punto que con las obsesiones y las riquezas ocurre como con el agua salada: cuanta más se bebe más sed da. Y ahí entramos, sin querer en el terreno de los rencores, de la psiquiatría y quizá en el origen de los sectarismos también.
Ahora perdón por esta serie de pensamientos no demasiado originales. Sin embargo, de verdad hago votos, si es que algún obseso lee esta columna, para que aproveche estas elucubraciones concienciando de una vez por todas sus prioridades honestamente, fríamente, sinceramente y, si es posible, pueda superar sus obsesiones para bien suyo y, con suerte, también de su entorno.
O así me lo parece