Goyas en Corto
{mosimage}No sé ustedes, pero yo, entre goyas, oscars y otros premios estoy un poco hasta el gorro. Y es que por estas latitudes aún somos un poco comedidos y nos limitamos a algún que otro premio nacional y algún autonómico; pero en yanquilandia cualquiera que se precie tiene sus propios premios y actores, críticos, académicos y hasta proyeccionistas y acomodadores (si es que tienen) acabarán celebrando los suyos. Así es que premio va y premio nos viene desde que comienza el año hasta la primavera. Y encima se repiten hasta la saciedad, los premiados, digo.
Me pasa con estos eventos lo mismo que con algunas fiestas: que parece que estés obligado a disfrutarlas, a ser feliz por decreto social de calendario. Me pregunto yo qué tienen que ver con nosotros los criterios, gustos e intereses de unos señores (que suelen estar al otro lado del Atlántico y acostumbran a desconocer nuestra existencia) con los que, por regla general, no compartimos ni lengua, ni estilos, ni historia, ni visión del mundo. ¿Y los Goya? Pues se me ocurre que, al igual que los césares franceses, los donattelos italianos o los bafta ingleses, no dejan de ser una copia de los premios USA que nos invaden cada año y que nacieron no para afianzar un cine propio y diferenciado, sino para (siguiendo el mismo esquema) robarle algunas migajas al monstruo devorador yanqui. En este panorama, y al menos este año, la Academia española se ha mostrado algo más beligerante y, siguiendo la estela de movidas como las que se organizaron a partir del 11-S y de la guerra de Irak, han decidido premiar al cine sin tapujos de “Camino” y al más joven y guerrero de “El truco del manco” que, por cierto, son películas muy recomendables. Pero no hablemos de películas, que de eso ya se encargan prolíficamente los medios, cada uno a su estilo y manera para que haya variedad y poder vender el producto tanto al que quiere ver cine como al que busca al famoso y sus circunstancias. Quisiera, pues, completar esta líneas con alguna referencia a los colegas pobres del acontecimiento: los cortometrajes.Supongo que sabrá el lector que en su momento estuvieron a punto de sacarlos de la gala alegando falta de tiempo y demora en el ritmo, pero más de uno puso el grito en el cielo y, finalmente, pudieron subir (los ganadores) a dedicarle el premio a alguien. Supongo que también sabrá que hay tres modalidades: ficción, animación y documental; y me imagino que no sabrá quien se ha llevado cada una. No sé en ediciones anteriores, pero este año Canal+ emitió uno de ellos (el de ficción) y El País, en su versión digital, también ofreció unos cuantos de los nominados y un par de los premiados (ficción y animación); el de documental hay que ir a buscarlo a Youtube.
En el apartado de ficción la ganadora fue Isabel De Ocampo con un corto titulado “Miente”, la historia de una chica rusa que roba una flauta y a la que descubrimos atrapada por las mafias que trafican con mujeres. Una película contundente y elegante que se plantea de manera suave y delicada para irse haciendo más dura a lo largo de su desarrollo. Un film que chirría un poco en su parte final donde comete algún error de planteamiento temporal ante la necesidad de rematar la narración en el menor tiempo posible. Buenas maneras y un compromiso de fondo, no se puede pedir mucho más.
En el terreno de la animación la estatuilla se la llevó “La increíble historia del hombre sin sombra” de José Esteban Alenda, una pieza clásica tanto en su guión como en la técnica de realización; un cuento de esos con moralina en el que el protagonista se vende al diablo. A mí no me pareció ninguna maravilla, pero supongo que su corrección narrativa y su impecable y elegante estilo la hicieron merecedora del premio. A mí es que me gustan las piezas que te provocan y te zarandean de una manera u otra, y esta me supo a poco, la verdad. Y en el documental, Ángel Loza se llevó el Goya por su “Héroes, no hacen falta alas para volar”, una obra que nos habla de un joven que nació sin brazos y que se gana la vida como DJ, pinchando discos, con los pies, por supuesto. Lo mejor de “Héroes…” es su tono tranquilo, natural, sin cebarse para nada en la minusvalía del personaje ni ensalzarlo como hubieran hecho en otras cinematografías (y eso que el título parece pretenderlo). La cámara se acerca a Pascal y a su familia y nos ofrece un retrato nítido, humano, aparentemente sencillo y muy efectivo. Debe de ser difícil eso de no caer en la tentación de ir a tocar la fibra sensible del espectador y aquí se agradece enormemente el esfuerzo. Al final, lo que valoras del protagonista es su capacidad para comunicar, lo claro que tiene las cosas y que nunca plantea las cosas en negativo, aunque hacer crepes como los hace él mientras nos cuenta sus aventuras en el cole tiene mucho mérito.
Y si quieren verlos, ya saben, pregunten al señor Google que, con un poco de suerte, les indicará el camino hasta estos goyas más pequeñitos pero no menos meritorios.