Sueños
{mosimage}Cuando Sergio despertó, o pensó que lo había hecho, no podía entender nada. Absolutamente nada. Aquella verdad desnuda que yacía a su lado no era la misma; era otra muy distinta, diferente, sublime, excitante pero en absoluto desconocida. Ni siquiera se atrevió a frotarse los ojos. ¿Para qué? Realmente el interrogante era otro: ¿Por qué? Y ahora, en este momento, no tenía respuesta lógica a esta cuestión ni la quería. Allí, debajo de un montón de algo que podían ser sábanas o edredones o nada, estaba él y alguien o algo que no acariciaba, ni abrazaba, ni tan siquiera sugería otra cosa que no fuera la verdad, pura y dura, de un amanecer cualquiera. Sencillamente estrujaba, ahogaba, asfixiaba…
Pero no era un amanecer cualquiera. No tenía futuro ni había camino que condujera a ninguna parte ni tan siquiera podía conocer su origen. Y allí fue, entonces, en ese momento, en que no hubo ninguna opción para descifrar cuál era la auténtica realidad. Seguramente porque la realidad no existía, nunca existió, sin tener alguna posibilidad de entender dónde acaba un sueño o empieza la aventura de la verdad. Y todo esto es un lío. Yo no sabría qué decir en estas circunstancias. Ahora mismo lo veo como un capicúa; esa palabra internacional y única en todos los idiomas del mundo. Empieza igual que acaba, como la vida, bajo un tono gris, brumoso de incógnitas atractivas por resolver. Es tan difícil entender los sueños que grandes psicólogos y filósofos han dirigido muchos de sus esfuerzos para interpretarlos y no creo que lo hayan conseguido nunca. ¿Dónde empieza la vida y termina la experiencia onírica si es que todo esto se puede etiquetar como experiencia? Hubo un autor teatral, de todos conocido, que hace muchos años los identificó con la vida.
También cometió un error. Por esto cuando “Sergio despertó o pensó que lo había hecho, no pudo hoy entender nada, absolutamente nada” porque ni siquiera le dio tiempo a comprobar que todo aquello estaba, seguramente, a mitad de camino entre la esperanza y la pesadilla. Y es que era sólo esto: NADA.
O así me lo parece