El Botas
{mosimage}Hace sólo un año que vivo en esta ciudad. Es poco tiempo para sentirse plenamente identificado con todo, pero con algo sí, porque es difícil, casi imposible, no encontrar en una ciudad nueva algo que no sea capaz de sorprenderte. Y a mí me ocurrió. Le vi enseguida, justo en mis primeros días, al borde de una carretera comarcal andando hacia ninguna parte con esa sensación de libertad, y no de angustia, que da el poder caminar sin rumbo, sin prisas, sin agobio hacia no se sabe dónde. Y yo le vi y me sorprendió relativamente; por eso pregunté en su entorno. Y todos le conocían. Sin saber su nombre, su origen, sus señas, su realidad, su historia, pero todos sabían quién era aunque nadie sabía con certeza lo que hacía. Aparentemente, sólo era un “clochart”, un vagabundo….
Iba sucio, pero no mucho, andrajoso, pero cuantas veces lo vi, iba exactamente igual de sucio y humillantemente andrajoso. Pasaba con frecuencia cerca de un colegio en el que se contaban toda una serie de historias inventadas sobre su biografía. Pelo largo pero no espectaculares melenas. Un rostro sin barba ni bigote convencional pero con la sensación más evidente de muchos días sin afeitar. Piernas delgadas, muy delgadas, con pantalón corto recortado tanto en invierno como en verano y unos zapatos que no eran zapatos sino un elemento de no sé qué material que, dejando medio desnudos los pies, parecía un vendaje aplicado sobre una simple suela de alpargata o de zapatillas. Todo ello simulaba una especie de zapato militar, sin serlo evidentemente, o una bota rara, muy rara. Siempre parecía hablar con un teléfono móvil sin manos pero hablaba en realidad consigo mismo, murmuraba, maldecía….
Cada tiempo que transcurría estaba más huraño y agresivo. Más antisocial aunque yo pienso que lo era totalmente desde siempre. Jamás le vi hablar con alguien sino para pedir un cigarrillo. Pero ahora, este mes, repentinamente desapareció y yo pregunté por él. Unos me dijeron que un coche le había atropellado, otros nombraron la palabra suicidio en la vía del tren, algunos citaron su expulsión del municipio por un acto, dicen, de agresión no sexual, a una ciudadana. A mí no me sorprende que de alguien del que no se sabe la historia real tampoco se llegue a conocer su desenlace. La última referencia que tuve fue que le habían ingresado en un centro para tratamiento psiquiátrico. No me pareció imposible.
Pero en todo caso, y dado su aspecto, sé que todos sabéis ya que estoy hablando de la figura, en el fondo poética que no patética, pero también, de alguien al que todo el mundo llama EL BOTAS. Y ahora mismo no sé si volveré a verle en otra ocasión, pero os juro que me gustaría, de verdad, encontrarle otra vez, no necesariamente más aseado, caminando por el arcén de una carretera comarcal.
O así me lo parece