Mujeres
{mosimage}Desde el pasado mes de marzo el paisaje urbano de Castelldefels tiene dos puntos neurálgicos que han sido “neutralizados” por la Justicia. Los prostíbulos Saratoga y Riviera permanecen cerrados desde entonces, y por un tiempo mínimo de seis meses, como consecuencia de la última gran redada llevada a cabo en esos “hoteles con habitaciones” por los Mossos d’Esquadra. Algunos vecinos todavía no salen de su asombro, tantos años de protesta ciudadana y de lucha mediática por fin ha dado sus frutos. La ley, tan demandada por el movimiento vecinal de la zona, próximo a esos prostíbulos; por fin ha hecho acto de presencia. Tras casi un año de una investigación profunda, pero sorda y oscura, sin publicidad y con mucha mano firme, las fuerzas policiales han podido recabar pruebas contundentes que demuestran que en esos centros se vienen cometiendo delitos de prostitución ilegal, contra los derechos de los trabajadores, trata de blancas y sobornos. Todos los delitos y todas las pruebas posibles reunidos en una sola acción policial. Después de años de sucesos violentos, de malestar, de protestas y de actuaciones policiales y judiciales frágiles y poco convincentes; la mano firme de la Justicia actúa contra la prostitución organizada en Castelldefels.
Quien ha decretado el cierre cautelar de los prostíbulos es la titular del juzgado de instrucción número 33 de Barcelona, Elisabeth Castelló. Este detalle, el hecho de que haya sido una mujer la encargada de gestionar judicialmente este sonado caso anticorrupción, quizá nos ayude a entender algunas claves del éxito de dicha operación. Algunos considerarán que estamos ante un aspecto menor y poco significativo, pero que quieren qué les diga. A mí me llama especialmente la atención este aspecto, que haya sido finalmente una mujer quien acabe, aunque sea de forma momentánea, con la explotación sexual de un centenar de mujeres en nuestra ciudad. Era un secreto a voces, era algo que clamaba al cielo, la comisión de delitos en el interior de dichos centros era algo que nadie en su sano juicio podía negar. Pero faltaba cumplir con los pasos legales que permitieran su demostración. Había que pasar de la teoría por todos conocida a la práctica de los hechos demostrables. Y la ley, y sus trámites, no siempre ayudan a que se alcance el fin deseado.
Con esa magistrada al frente, y con la acción policial de los Mossos, el Saratoga y el Riviera han dejado de ser una pesadilla para las personas que viven en su entorno. La ciudad posiblemente también reduzca sus apariciones mediáticas, siempre en la página de sucesos por mor de episodios que tenían lugar en el interior de esos locales. Pero en el reverso de la moneda nos encontramos con esas otras mujeres, que se han visto en la calle de la noche al día, sin la posibilidad de recoger sus enseres personales por el cierre repentino de los prostíbulos. Muchas de esas chicas que ejercían la prostitución en Castelldefels no tenían otro lugar de residencia más que esos lupanares; y en la mayoría de los casos, se trata de mujeres procedentes de países lejanos, con lo que sus lazos familiares y personales se hallan a miles de kilómetros de aquí. Han sido víctimas de varios delitos despreciables y ahora en el fondo también son “víctimas” de un abandono, que espero tenga solución. Ojalá estas mujeres, ahora liberadas de ese yugo de explotación sexual, encuentren una salida digna para su futuro. Que no hayan salido de un “hotel con habitaciones” para acabar en otro centro de esos, pero a muchos kilómetros de distancia, o bien, en el margen de una carretera ofreciendo al aire libre su cuerpo como desahogo sexual. Otro capítulo aparte merecen los hombres, los clientes de las prostitutas, esos actores secundarios pero esencialmente necesarios en esta película de vicio y corrupción.