De la estupidez y del resentimiento
{mosimage}Hoy empiezo a escribir con la intención de hablar de dos conceptos probablemente más relacionados de lo que puedan parecer: la estupidez y el resentimiento. Ya se ha hablado mucho de ambas cosas y se ha escrito también demasiado. Yo no sé si el ser humano se comporta tantas veces como un estúpido a pesar de ser un animal racional, o bien lo hace precisamente por serlo. Un día Einstein comentó que en este mundo sólo dos cosas son infinitas: el universo y la estupidez humana, aunque afirmó no estar muy seguro de que fuese cierto en el primer caso. Ello obliga a compartir la opinión de un periodista y escritor italiano cuando afirma que la diferencia más importante entre un genio y un estúpido es que el genio, con toda seguridad, tiene sus limitaciones.
En cuanto al resentimiento hay que empezar a distinguir, como hace la psicología clásica, entre odio, rencor y resentimiento y tener muy claro que los dos últimos exclusivamente se dirigen a personas. Están, sin duda, anclados en el pasado y no pocas veces como consecuencia de alguna gilipollez que no ha podido ser vengada, perdonada ni olvidada. Incluye, y esto es fundamental, una insalvable sensación decepcionante de uno mismo. Cuando uno reproduce el trasfondo psicológico de cualquier revolución no puede olvidar aquella expresión de Robespierre al confesar: “Sentí desde muy temprano la penosa esclavitud del agradecimiento”.Y si uno se detiene “sólo un poquito” en buscar los excesos del igualitarismo político, la violencia de género y tantas otras situaciones sociales y profesionales, no puedo evitar la tentación de relacionar con el resentimiento más acusado el grado de estupidez humana y también, probablemente, según la capacidad de envidiar de cada uno. Y ahora tengo la impresión de que todo esto, demasiadas veces, forma parte de lo que se llama humanidad.
Porque podemos recordar a voluntad pero no es posible olvidar a voluntad. El que perdona no olvida, es cierto, pero toma la iniciativa fortaleciendo el concepto de nuestra dignidad con el nuevo concepto del perdón. Por ello pienso que no estaría de más, si fuera posible, enseñar a borrar tonterías y practicar el deporte sano y duro de saber perdonar desde pequeños. Creo que la cosecha de estupideces será mucho más escasa y evitaremos disgustos.
O así me lo parece …