Entrevista a Ignacio Gamen
{mosimage}Ignacio Gamen edita los “Sonetos de Amor de Shakespeare”, profesor de Literatura y poeta muy conocido y reconocido en Castelldefels, acaba de publicar en Editorial Renacimiento los “Sonetos de Amor” de William Shakespeare justo el año en que se cumplen los cuatrocientos años de su primera publicación. Ignacio ofrece al lector en lengua castellana una excelente versión rimada de estos sonetos, una pequeña joya literaria que hay que leer.
¿Cuándo y por qué surge la idea de este libro?
Un compañero del IES Mediterrània me pidió una versión del soneto 18 para ser leída en una representación de Romeo y Julieta. Fue una tarea agradable, el resultado nos satisfizo por su valor estético y su fácil comprensión, y me propuse hacerlo con el resto. En tres años y medio el trabajo estaba hecho.
A Shakespeare se le conoce fundamentalmente como dramaturgo. Háblanos del Shakespeare poeta y de su poesía.
En los siglos XVI y XVII el teatro se escribía en verso. Los autores dramáticos eran además, o en primer lugar, poetas. Luego se decantaban hacia el teatro porque éste era el espectáculo popular y cortesano y tenía gran proyección estética, ideológica y económica. Shakespeare no fue una excepción: fue actor, autor y empresario teatral y ganó mucho dinero.
Se conocen de él tres poemas largos: “Venus y Adonis”, “El rapto de Lucrecia” y “Lamentos de una amante”, de tema clásico las dos primeras y lírico-bucólico los Lamentos. Los Sonetos de Amor son pura lírica y parecen responder a una trama amorosa, creíble, valiente y moderna en su planteamiento, de una riqueza estética sorprendentes. A veces parece seguir los patrones de Petrarca, en otras adelantarse en sus imágenes a Baudelaire.
{mosimage}Los “Sonetos de Amor” cuentan una historia de amor entre tres personas del siglo XVI: el autor, un joven noble y una dama morena sensual. Sin embargo, y ya en el s. XXI, ¿qué hace tan actual la trama de estos sonetos?
Lo moderno son los planteamientos: él se muestra partidario del amor “libre sincero”, carga contra la corrupción, pasa por encima de la hipocresía social y oficial tanto isabelina como eclesiástica. Y alguno de los sonetos más brillantes son precisamente los que tratan estos planteamientos. Esa misma sinceridad imbuye los sonetos más líricos y los que expresan el despecho del poeta ante las adversidades amorosas, incluso algunos que desarrollan con metáforas artificiosas.
Algunos investigadores sugieren, a partir del Soneto 20, que Shakespeare era homosexual o bisexual. ¿Qué nos puedes aclarar al respecto?
El soneto 20 está en una posición clave de la trama: el poeta pasa de la simple admiración a un enamoramiento platónico que pronto será “el amor de un hombre adulto por un joven”. En él explica las razones de este amor: es la belleza femenina del joven lo que le enamora y lamenta que su cuerpo tenga “un atributo”, el órgano sexual masculino, no apto para su amor. Si recordamos que el 116 comienza: “No seré yo quien ponga traba alguna, al enlace de dos fieles amantes”, y si pensamos que este amor es simultáneo al que mantiene con la mujer morena, la bisexualidad –si se quiere llamar así- sería cierta. Yo creo más bien que se trata de un fenómeno frecuente entre artistas y muchos seres humanos: se busca la belleza, se encuentra donde está y se enamora del objeto o persona que la poseen. Es un proceso estético y a la vez erótico. El valor de Shakespeare es expresarlo con una retórica bellísima que lo hace convincente y perfectamente aceptable.
Otros sugieren que no hay pruebas concluyentes de que el autor inglés haya existido jamás. ¿Cabe esta posibilidad?
Existir, existió. Lo que se ha puesto en duda hace más de doscientos años es su autoría. ¿Cómo un plebeyo, hijo de plebeyos, que no pisó la universidad, ni apenas viajó, pudo escribir una obra tan extensa y de tal calidad? Y ante la “duda razonable” surgen nombres a quién atribuir la ingente obra de Shakespeare. Christopher Marlowe y Francis Bacon fueron los primeros. Y en los últimos años Edward de Vere, un noble inglés cuyos descendientes parecen empeñados en capitalizar a su favor las dudas de un sector de críticos y filólogos. Con los datos existentes no veo motivos suficientes para negarle a William Shakespeare su autoría. No me opongo que se haga “arqueología literaria”, pero me parece oportunista la atribución a E. de Vere. Lo importante es la obra y el disfrute que nos sigue proporcionando. Por otra parte, la duda razonable deja de ser tan razonable cuando se basa en prejuicios de clase. Es un tema del que hablaré en otoño con motivo de la presentación del libro.
Este libro no es una traducción del original inglés. Afirmas incluso que no eres traductor. Dinos, por tanto, en qué ha consistido la edición de estos sonetos y qué has pretendido con esta.
Lo explico en la introducción. Me he servido de varias traducciones en prosa. Al final, por exclusión, se fueron reduciendo a las dos que cito en el libro. Mi objetivo era ofrecer al lector interesado una versión fiel y agradable, en buen verso castellano y comprensible. He leído versiones en verso difíciles de entender y desde luego poco placenteras: yo busco el placer del lector.
Para acabar, ¿por qué deberíamos leer este libro?
Sin duda por placer estético. Por el placer de sentirse seducido por la sugestión de la palabra, el arrastre balanceante del ritmo y la rima, la sorpresa de una imagen osada o luminosa, el susurro del lenguaje amoroso, la explosión de las pasiones en una trama amorosa en la que se enzarzan dos amores furtivos: un hermoso y noble joven al que ama y admira, y una dama morena sensual que subyuga primero al poeta y seduce después a su joven amado marginando al poeta que se desahoga en sonetos de agudo dolor y satírico despecho.