Tiene 21 años, es el rey de Barcelona y su cotización es la más alta del mercado. A punto de consagrarse como el mejor jugador del mundo, Lionel Messi dice que añora las medialunas y los alfajores. Y que quiere volver a la Argentina.
Diario Clarín de Argentina
Por: Texto: Marina Artusa martusa@clarin.com
enviada especial a Barcelona
Fotos: Juan Carlos Morant, BCN/Korpa, AP y Archivo Clarín
{mosimage}Uno en veinte mil. Dijo aquel médico de la clínica sobre la calle Córdoba, en Rosario: casos como éste, uno en veinte mil. Hablaba de la historia clínica de Messi, Lionel Andrés; nueve años; un metro veintisiete de estatura y una pereza atroz en las glándulas para fabricar la hormona del crecimiento. Ignoraba por entonces el galeno –la futurología nunca fue aliada de la medicina– que hoy, doce años después y cuarenta y dos centímetros más alto, el diagnóstico para el chico Messi seguiría siendo el mismo. Casos como éste –zurda deliciosa de potrero portátil–, uno en veinte mil. Si no, ¿cuántos jugadores han sido reverenciados con el gesto de Su Majestad como acaba de hacer el señor de bufanda del Barça en cuanto Leo enhebra un pase e hilvana el césped en zig zag hacia el arco? “¡Chuta! (es decir, ¡Pateá!)”, le grita el buen hombre, en pleno Camp Nou, en compañía de su esposa y de su nieta. En el entretiempo, ellas irán por una ceverza sin alcohol (3 euros) para el súbdito de Messi que, a sus sesenta y tantos, ha perdido la compostura y la bufanda azulgrana mientras los almohadones que trajeron de casa para darle un aire familiar a la platea –98.772 butacas, hoy atope– siguen donde los dejaron, ajenos al oportunismo. ” El Messi provoca más expectación que la que generaba Ronaldinho”, dice Elena Gambín, una eminencia en presión arterial y taquicardia de tablón, testigo de las malas pasadas que el fervor le juega a todo hincha. Lleva un chaleco fluorescente verde –seguridaddel club– y varias decenas de partidos del Barça como local con la (des)gracia de pasar los noventa minutos de espaldas al campo, concentrada en los movimientos de la platea. Habla con autoridad pero es inevitable compadecerla: se está por perder el penal que Leo va a fondear, en siete segundos, en el arco visitante.
{mosimage}”Messi es un chico que ha crecido en la cantera del Barça,entre nosotros. Es uno de los nuestros”, se ufana Cristina Cubero –periodista del diario catalán Mundo Deportivo–, que sigue a Leo desde los 16. De ninguna manera, doña Cubero. El muchacho, ya verá usted, sigue siendo nuestro. Y cómo. Sinónimos de 10 Que el rey de la casa, que el príncipe del Camp Nou, que el abanderado del nuevo Barcelona. Todos sinónimos del 10 del Fútbol Club Barcelona y de la Selección argentina: un tipo esquivo, de uñas carcomidas a tarascones, que sale último del vestuario –¿tanto tiempo para calzarse una remera negra y jeans Dolce&Gabbana?– con la esperanza de gambetear esta cita. No sos el típico argentino que adora hacer notar que vive en Europa. Llegaste a Barcelona a los 13 y no se te pegó nada del acento español. ¿A propósito? No quiero que se me pegue. En casa nos cargamos con eso también. A alguno por ahí se le escapa una palabra, porque estás todo el día hablando con gente de acá. Y nos cargamos. Con el mismo Milito (Gabriel, compañero en el Barça), por ahí metemos alguna palabra y también nos cargamos, nos reímos. Pero ni yo ni mi familia perdimos nada de la forma de hablar argentina. El corazón mirando al sur… ¿O treta para ganarse chicas? Dicen que a las chicas les gusta el acento argentino pero en mi caso es porque allá, en Argentina, todavía tengo a mi familia y muchas cosas que dejé, que nunca las perdí. Me vine acá a los trece, pero sigo yendo seguido para allá y tengo parte de la familia también. Mi idea es volver para Argentina. No sé cuándo, pero volver a Rosario. El paladar de Messi acorta geografías –consigue alfajores Havanna en Plaza Cataluña– y, cuando no está Celia –su mamá– para la milanesa a la napolitana, en el banco suplente aguarda Las Cuatertas , un restaurante argentino sobre la calle Santaló de Barcelona donde el vacío no es del todo cordial pero Jorge, su encargado, asegura que Leo cena, en una mesita del fondo, empanadas de entrada y ravioles. Desde que La Voz , el diario gratuito de Castelldefels –la playa a media hora de Barcelona donde Messi vive con su padre en una casa amarilla, al final de una calle empinada que termina en bosque–, publicó una entrevista con su vecino ilustre en la que confesaba su nostalgia por las facturas, no paran de lloverle docenas. De manteca, de grasa. Vayamos al grano: ¿dónde se consiguen buenas medialunas en Barcelona? ¿Acá? Difícil. En Madrid, en algunos lugares pero acá no. Acá hay esas grandotas, saladas. Me tuve que acostumbrar. Los compatriotas se esmeran: “Mirá que le mando cañoncitos, vigilantes y medialunas –dice Víctor Schlegel, dueño de El Italo-Argentino Restaurante , frente a la estación de Castelldefels–. A veces pide delivery de comida. Hoy le llevamos una milanesa napolitana con papas. Creo que era para la hermanita o para la novia. Cuando viene la familia de Argentina se quedan todos ahí, en su casa”. Novia, dijo novia. Nos enteramos en febrero, cuando al chico se le dio por salir a pasear por Sitges con una morocha de pelo largo, el más bello fuselaje que jamás lustró, dirían Los Redondos. Importada de su casa matriz –Rosario–, Antonella Roccuzzo pasa largas temporadas en la fortaleza de Castelldefels. “La conozco desde que tengo cinco años, es la prima de mi mejor amigo, rosarina como yo. La he visto crecer y ella me ha visto crecer a mí. Nuestras familias se conocen, así que no tenía dudas”, dice él. ¿Hace cuánto que están juntos? Un año. ¿Y cómo lo mantuviste canuto tanto tiempo? Soy discreto. Y si no se nos hubiera dado por ir a Sitges durante los carnavales, todavía nadie lo sabría. Hay rumores de casamiento para el año que viene. Es un invento. Por ahora no me caso. Guardiola –el DT del Barcelona– dice que te ve feliz. Que te reís mucho. ¿Será el amor? Es porque estuve más de un mes, casi dos meses con mi familia.Estaban todos acá: mis tíos, mis primos, y siempre es lindo cuando la casa está llena de familia, ¿no? “Es un chico muy tranquilo. Está mucho en casa. Lo vemos pasear con el auto (un Audi Q7) o a veces a pie. El día que le hicimos la nota para La Voz estaban esperando los de Paris Match para una producción y a él lo único que le importaba era contarnos que comía en todos los restaurantes argentinos de Castelldefels”, dice Lidia Tagliafi co, la argentinaque fundó hace una década el periódico que tira 15 mil ejemplares gratuitos. Dicen, sin embargo, que Jorge Messi, padre y apoderado del joven maravilla, no dudó en despacharlo para Santa Fe cuando se lesionó en marzo del año pasado. “Ronaldinho –afi cionado a la parranda– no era una buena compañía para él”, comenta Paco Avila, jefe de deportes de la agencia EFE.
En el borde
Que si se anotó en las clases de inglés que ofrece el club, que si anda mejor vestido, que si empezó a comer frutas, verduras y hasta pescado, que si ya no pasa tantas horas frente al televisor. Todo importa. Y cada movimiento suyo está cronometrado: con 21 años y 250 días, es el jugador más joven del Barça en llegar a los cien partidos y el 1° de febrero el club celebró que haya sido él quien convirtiera el gol número 5.000 del Barça en la Liga. El Messi , sin embargo, prefiere los márgenes. Se siente más cómodo en los bordes. Ahí se ubica en la cancha, en las fotos con los chicos que entran al campo de juego. Aunque se juró que en enero de 2010 aparecerá en el centro del retrato del FIFA World Player –podio destinado al mejor jugador del mundo–, y no como le vino pasando hasta ahora, que quedaba a la derecha de Kaká o de Cristiano Ronaldo.
El camino de los sueños
Es mentira que Leo sueñe con ganar la Champions League que se defi ne el miércoles –contra el Manchester United– o con levantar la Copa del Mundo en Sudáfrica 2010 con la camiseta de Argentina. Messi no recuerda sus sueños. El mismo lo admite. ¿Saldaste tu deuda con el Barça (el club se hizo cargo de su tratamiento médico en el 2000)? Yo creo que los dos estamos muy bien, tanto el club conmigo como yo con el club. No se trata de pagar nada; ellos hicieron algo importante para mí en su momento y por eso, a la hora de tener que elegir, voy a elegir siempre al Barcelona. Se dice que el Barça tiene una Messidependencia… No es cierto. Todos somos importantes por igual. En un partido a uno le salen mejor las cosas y en el siguiente, le toca a otro. ¿Te sentís un líder? No. Soy uno más. ¿Y cómo hacés para conservar el potrero en un fútbol veloz y dinámico como el europeo? Porque fue mi manera de jugar siempre, desde que llegué acá. Hubo un par de técnicos que intentaron cambiármela pero como no di bola, me dejaron. Desde chiquitito jugué así.
Marca Messi
Un millón doscientas mil personas van por año al Museo del FC Barcelona, el más visitado de Cataluña. Enfrente, en la tienda, se puede trucar una foto en la que el simpatizante posa con algún jugador del plantel. De cada diez, ocho eligen a Leo. ¿Cómo manejás al Messi producto de marketing? La verdad es que yo estoy un poco aislado de todo eso. Me ocupo de entrenar, de jugar, y afuera, de hacer una vida normal como cualquier chico. ¿Cuán normal? Intento hacer todo. El único problema es que la gente te conoce, te saluda, pero después no pasa nada. ¿Qué es lo más complicado de ser Leo Messi? Qué sé yo, no sé si complicado, lo único… es no poder caminartranquilo. Pero los que van conmigo son los que se ponen nerviosos pensando que yo estoy mal, y no tengo problemas en pararme, hacer fotos, firmar autógrafos. Prefiero eso que quedarme en casa encerrado. Por ahí, cuando se hablan cosas que no son ciertas, eso sí que molesta. Yo no le doy bola y hago lo mío. ¿Y qué es lo tuyo? Tranquilo, me gusta estar en casa, no soy de salir mucho. En 1998, el médico que te atendió dijo que casos como el tuyo se daban uno en veinte mil. ¿En el fútbol también? Qué sé yo. Fue todo muy raro porque nadie sabía qué era, qué me pasaba, pero el doctor siempre dijo que iba a crecer igual, que el proceso iba a ser más lento. Sobre el fútbol, no sé. No lo puedo decir yo. Hasta Roberto Saviano, el italiano que no calienta la misma cama por dos noches desde que la Camorra lo amenazó de muerte –por su libro Gomorra –, quiso conocerlo: “Messi, con ese cuerpo flacucho, con esos pies pequeños, esas piernas, el torso exiguo y sus problemas de crecimiento, no podría jugar en el fútbol moderno, todo músculo, masa y fuerza. Sólo que Messi no lo sabe. Y por eso es el más grande de todos”. Casos como éste, uno en veinte mil.