De política

De política

{mosimage}Recientemente, en las pasadas elecciones europeas, la abstención de la ciudadanía resultó escandalosa. En Catalunya tan solo una tercera parte de las personas con derecho a voto destinó unos minutos a su cita con las urnas. El resto, ni sabe, ni contesta; de hecho, a algunos de ellos, a la mayoría, ni se les espera en los colegios electorales, y menos todavía si se trata de una convocatoria a escala europea. La pérdida de contacto con el día a día de la vida política cada vez es mayor. El ciudadano siente muy lejano a su representante político y, a veces, uno llega a entender el porqué de este desencanto de la sociedad civil ante el poder político.

Recientemente, en un pleno municipal celebrado en una localidad próxima a la nuestra, se asistía a la siguiente escena: Una concejala de la oposición matizaba en su intervención, dirigiéndose al gobierno local: “Siguiendo con las mociones, en la página 164 donde se hace el recuento de la moción de la Ley de Educación, pienso que hay un par de errores. El primero es que tanto mi partido como APS (dejémoslo en estas siglas), lo que hicimos fue pedir que no contasen nuestros votos. Por tanto, no es que nos abstuviéramos, sino que son ausencias. Por tanto, no estábamos. De los votos que hay, que son cinco, solo tendrían que aparecer tres, porque nosotros salimos de la sala y lo especificamos. Así lo explicamos, así quedó reflejado en nuestra exposición y por eso nos fuimos los dos representantes. Por tanto, no ejercimos nuestro derecho de voto en ninguna de las tres posibilidades”. 

La respuesta del representante del gobierno municipal fue tal que así: “En todo caso añadiremos que os abstuvisteis de participar, pero a efectos de la votación, vuestros votos cuentan como abstenciones”. Y la réplica de la oposición fue: “Pues a mí me gustaría que constase, ¿eh? De todas formas, pienso que no son correctos los votos, porque –y esto es literal- en cuanto a votos a favor también cuenta IPC –otro partido-, y como abstención también cuenta, por tanto uno u otro (¿?)… porque en dos ocasiones el Señor X no está, pero no votó dos veces. Recuerdo que se abstuvo si no me equivoco. No querría afirmarlo, pero lo que sí no es normal es que conste… En la página 164, ¿lo ves que sale?”. La consiguiente respuesta del concejal del gobierno local se produjo en estos términos: “Es cierto, está doblado ese dato. Ya comprobaremos si es un voto a favor o una abstención”.

Y así podría seguir durante algunos párrafos más, pero me apiado de ti, sufrido lector de “La Voz”, y te ahorro el desgaste neuronal y la pérdida de tiempo. Leyendo y tratando de entender el galimatías político de dicho pleno municipal, imaginaba el otro día cuánto tiempo al cabo del día puede destinar nuestra clase política a “polémicas” tan sesudas como la ya mencionada. Que si mi voto consta como abstención, cuando es una ausencia y, por tanto, debería no aparecer, pero aparece… Bueno pues ya se estudiará… Ah, pues me gustaría que se estudiara, y además mi compañero tampoco votó… Pues yo creo recordar que sí… Pues yo diría que no, aunque no podría asegurarlo… Y así, durante minutos y minutos, en un pleno interesantísimo, dirigido en teoría a solventar los problemas de los ciudadanos. Ejemplos como estos, a nivel local, provincial, autonómico, estatal y europeo, son los que desconectan a nuestra sociedad civil de la vida política. ¿Por qué? Primero porque en muchas ocasiones no entendemos lo que dicen; y en segundo lugar, porque, aún entendiéndolo, su discurso nos interesa muy poquito.