"Los mundos de Coraline" el nuevo 3D
{mosimage}Comentaba hace días con unos amigos los esfuerzos que está haciendo la industria del cine (o al menos una parte de ella) por salir de esta crisis que, además de la general que nos afecta a todos, vive ya desde hace algún tiempo. Recordábamos que la popularización de la fotografía ya se vivió como una amenaza a la pintura, la aparición del cine como el inicio de la desaparición del teatro, y la entrada de la televisión en los hogares como una seria advertencia de continuidad para el cine. Luego llegaría el vídeo y su tremenda oferta casera y aquí sí que temblaron realmente sus pilares. Y ahora, pues, toca el fantasma de Internet con sus descargas, su globalización y sus nuevas reglas de juego para poner de nuevo las cosas peliagudas. La experiencia dice que al final todo encuentra su sitio, pero mientras se sitúan unos y otros los procesos pueden ser bastante traumáticos.
Conclusión: renovarse o morir, ofrecer lo que otros no pueden ofertar, marcar la diferencia y encontrar su propio lugar como lo hicieron la pintura, el teatro o la fotografía. Y en ese intento de renovación del cine se enmarca la recuperación de proyecciones en 3D, algo que ya se probó en los años 50 y que resultó un fiasco sin futuro, seguramente porque la técnica no lo permitía todavía o porque los espectadores ni lo necesitaban ni estaban preparados para ello. Fuera como fuese, el 3D se recluyó en cines especializados tipo Imax, con producciones escasa, caras y específicas, complejos sistemas de proyección, infraestructuras enormes, precios propios y espectadores que buscaban espectáculo visual y exigían poco cine, no se trataba de ver una película sino de vivir una experiencia diferente, de esas que se deben disfrutar al menos una vez en la vida.
Pero ahora llega, de la mano de este mundo digital que no descansa, un 3D de sala comercial, un poquito más caro de lo habitual (9€ he pagado yo, en los que supongo van las gafas que nos dieron y otros gastos varios de producción y exhibición) pero asequible y cercano. Por si no lo sabían una de las salas de los renovados Cinesa de Barnasud se dedica a ello (y no hago publicidad, simplemente constato un hecho, que conste). Y allí me fui de la mano de mi hija que cada vez más es ella la que decide y la verdad es que no me disgustan sus criterios, que los tiene; y allí vimos una pequeña maravilla que responde al título de “Los mundos de Coraline”.
El film está dirigido por el mismo señor que hizo “Pesadilla antes de navidad y no es Tim Burton (que, como ya sabrán, era el productor) sino Henry Sellick que también es el autor de “James y el melocotón gigante”, la comedia “Monkeyboune” y las secuencias submarinas de “Life aquatic” (Wes Anderson, 2004).
Lo primero que sorprende de “Los mundos de Coraline” es la potencia visual que aporta sin necesidad de fuegos fatuos, excesos o golpes de efecto; la película bien podría haber sido en 2D y seguiría siendo excelente. ¿Por qué en 3D entonces? Bueno, la técnica aporta una perspectiva realmente interesante, todo adquiere una profundidad asombrosa y remarca las diferencias entre los dos mundos entre los que se debate la protagonista. A ello también contribuyen los colores, el tratamiento de la luz y los diseños de personajes; una labor global para un objetivo claro: una película de animación con la técnica clásica del stop-motion. Pero la mejor baza de “Los mundos de Coraline” son sus personajes, diseñados con esmero para parecer sencillos y resultar interesantes; y no sólo los principales: elementos como el gato (dibujado entre lo repulsivo, lo mágico y lo fascinante) o el amigo Wybie Lovat (niño marginal que resulta tristemente encantador cuando le privan de la voz) son buen ejemplo de ello. A mi hija le encantaron las señoritas Spink y Forcible, vecinas excéntricas, ex cantantes de óperas exuberantes, desproporcionadas y surrealistas. Un detalle a tener en cuenta en esto de los personajes: contaba Sellick que un ejecutivo le echó en cara que sus personajes no tenían la suficiente entidad y garra como para poder hacer muñecos a partir de ellos; Sellick le contestó que él hacía películas, no juguetes; toda una declaración de principios que, indudablemente, tiene su repercusión en el film.
“Los mundos de Coraline” no es animación infantil apta para adultos; pienso que es más cine adulto que encaja bien en un público infantil. No hay chistes o referencias para que “las pillen los mayores”, sino un punto de maldad y perversión que tiñe el relato de un tono suavemente tétrico y de un negro que no llega a perder colorido; es como una peli de terror sin miedo en la que no hay sustos ni músicas al uso, pero en la que mi hija estuvo con el corazón en un vilo buena parte del metraje.
Y es que “Los mundos de Coraline” arranca de la Alicia de Lewis Carrol, gira hacía los relatos de Allan Poe o H.P. Lovecraft y deja un poso clásico a lo Hans Christian Andersen creando un mundo mágico de inocencia infantil y pesadilla adulta que nunca llega a separarse del todo. Una peli para ponerse las gafas (las de 3D que dan en la taquilla) y dejarse llevar, como si fueras un niño.