La primera vez
{mosimage}Yo no lo sé. No sé si fue un impulso, un deseo, una tentación o un capricho, pero fue algo imprevisto, sin pensar, al menos de momento. Como una atracción irresistible. Tampoco sé, ni lo sabré nunca, si era solamente eso, pero lo cierto es que fue como un impulso repentino que excita a hacer una cosa en un sentido determinado y de una forma precisa muchas veces, demasiadas veces. Y estaba allí, sin ninguna duda, sin ningún disfraz, sin casi nada capaz de sugerir el más mínimo disimulo.
Estiré inevitablemente mis manos; primero una pero pronto las dos. Lentamente, muy lentamente, investigando, recorriendo un camino sin fin, descubriendo novedades que muchas veces necesitaron repetir el viaje, para saber, sobre la realidad, lo que era aquello. Con frecuencia temblando, dudando, quizá soñando.
Primero lo sentí como un paréntesis al revés del que pendía por arriba una sonrisa falsa y profesional de aceptación y, por abajo, dos tentáculos mitad en forma de serpiente pero coronados por dientes suaves y rojos que sabían morder sin dañar y abrazar sin titubeos; como un pulpo…como un cangrejo…como ambos.
Pero el camino era seguramente más largo de lo previsto y, con toda certeza, más corto de lo que después hubiera querido. Y las manos siguieron avanzando, no tan lentamente por una ruta suave, deslizante, fina que empieza a resultar imperiosa. Descubres dunas provocadoras y más o menos altas como en las arenas del desierto, multicolores, replegadas, pero que son capaces de levantar un vuelo hacia el infinito en un marco tumoral, pequeño y atractivo capaz de jugar con cualquier cosa.
Y se desliza hacia un mundo que sugiere imágenes maravillosas de retablo de pintor renacentista; tensos, desafiantes como un reto irrenunciable para cualquier cosa. Ángeles del cielo o del infierno, tampoco lo sé, que se apoyan sobre dos columnas por una parte firmes pero por otra con un extraño balanceo que envuelven en su cénit un tremendo bosque desafiante. Se siente la imperiosa necesidad de penetrar en él para escuchar y saborear el armónico sonido del canto de sus pájaros, grandes y pequeños, de las corrientes de agua que se deslizan por sus rincones. Sonidos todos que a veces gritan o susurran voces sin voz extraordinarios. A veces sencillamente gimen.
Después de estar allí es como si la mente y no la vida te invitara a nada. Respirar profundamente, cerrar los ojos, no pensar, sobreponerse alguna vez a la necesidad de besar. Pero… ha sido la primera vez; ese instante que nadie olvidará jamás porque si dicen lo contrario, ellos y ellas, mienten seguro. Quizá alguien pronunció o pensó en ese momento la palabra amor y fue entonces cuando, realmente, me sentí muy mal.
O así me lo parece