UP

UP

{mosimage}En los diarios de hace unos días aparecía una pequeña reseña en la que se explicaba que el certamen de cine de Venecia, que este año celebrará su 66ª edición a partir del 2 de septiembre, ha creado una nueva sección para premiar el mejor film en 3D y entre los candidatos destacaba “Up”, “Los mundos de Coraline”, “Jonas Brothers en concierto” y “The hole”; o sea, más que una selección, un repaso total a los títulos que se han estrenado en este formato.
La noticia, de todos modos, es significativa, el 3D parece que se asienta como propuesta cinematográfica normalizada, debe de ser que el público responde a la oferta y que la cosa empieza a salir rentable, o que alguien ha invertido un buen paquete de dinero en ello y esto no es más que parte de una campaña de promoción de esas que, por bien pensadas, ni se nota que son campañas publicitarias. Curiosamente, el fenómeno no parece producirse exclusivamente por las excelencias del formato, sino más bien porque el actual 3D da forma a productos de calidad, de buena factura, bien escritos y bien narrados y la nueva perspectiva ya no se usa para encandilar visualmente al espectador que estira el brazo intentado tocar el objeto que se le acerca con asombrosa realidad, sino que sirve para dar profundidad a la historia, al decorado y a los personajes; de hecho, los títulos de animación que han aparecido con esta técnica se ven igual de bien en 2D, especialmente el título que nos ocupa.

Ya lo decíamos a propósito de “Los mundos de Coraline”: lo importante sigue siendo construir una buena historia, definir bien a los personajes, colocar cada cosa en su sitio y en su momento, que cada secuencia parezca la consecución lógica de la anterior, y hacer que el espectador vibre con la historia, que caiga en el engaño que es cada cinta y que la disfrute. Los de Pixar lo han tenido siempre muy claro y han jugado la baza de las películas inteligentes, cargadas de humanidad, sin caer en el tópico de “historias para niños con guiños a los adultos”.

“Up” es la última propuesta de esta factoría, ahora de la mano de Disney pero sin ser menos Pixar, y vuelve a ser una historia redonda y deliciosa, sin duda  de lo mejor de la pobre cartelera del verano. Comienza el film con un cortometraje con cigüeñas que recogen bebés de las nubes y los reparten por el mundo; muy Disney, recuerda a Dumbo, si no fuera porque la protagonista lo hace en un nubarrón y las criaturitas le proporcionan todo tipo de mordiscos, golpes y arañazos; una pieza divertidísima que también puede verse en la red y que resulta una excelente manera de calentar motores. Luego la peli, claro, todo un clásico actualizado con abuelo de protagonista (como el Eastwood de “Gran Torino”) y una sesión de cine donde aparece un noticiario que bien podría ser el No-Do de una sesión doble de barrio. Luego la presentación del personaje de la esposa y toda una vida narrada en diez minutos deliciosos, sin una sola palabra pero con una nitidez y una sencillez asombrosa; no es que sea nada nuevo, ni el film descubre caminos narrativos innovadores, pero teniendo en cuenta el panorama actual, la secuencia que os cito (al igual que toda la primera parte de “Wall.E”) se agradece porque es cine puro, clásico y moderno a la vez. El resto es una aventura trepidante de las de siempre: personajes pelín amargados que estallan y se ven obligados a convivir con otros absolutamente diferentes, buenos que se ven envueltos en peripecias que, en principio, no van con ellos y que se obstinan en su objetivo inicial, malos muy malos, actitudes de cambio y el descubrimiento de todo aquello que vale la pena descubrir y, por supuesto, final feliz.

En fin, una historia que deslumbra por su tono, su color, su agilidad y su aparente sencillez; un film para dejarse llevar y disfrutar como un crío, también en 2D.