Gordos y Bastardos
{mosimage}Acabo de ver en la prensa que han seleccionado tres películas para elegir entre ellas la que representará a España en el circo de los óscars. No es que me importe mucho la competición esta que se montan los yanquis para terminar de colonizarlos, pero parece obligado estar al día aunque sólo sea para poder despotricar con un poco de conocimiento de causa. Me ha gustado que uno de los títulos fuera “Gordos” (ya sabéis, la que acaba de hacer el chico de “Azuloscurocasinegro”) porque tiene que dar para toda una tesis las reacciones que la película puede producir en un país donde la obesidad es algo cotidiano y generalizado. Además, el film de Arévalo plantea unos personajes tan fabulosos que no creo que los yanquis sean capaces de ver toda la magnitud de un gordo feliz que no tiene ningún reparo en desnudarse o de una gordita muy mona y muy religiosa, que descubre que el sexo es el mejor camino para la felicidad. Si tuviera que elegir yo a quien enviaba a los óscars, desde luego no lo dudaba; no porque las otras pelis no se lo merezcan, sino porque sería como enviarles un dardo envenenado y ver como no se enteran de la carga mortal que lleva. A mí “Gordos” me ha parecido una película estupenda, con unos personajes muy bien dibujados, unos diálogos sencillamente deliciosos y un discurso que usa la obesidad como excusa y nos habla de personas, de obsesiones, de frustraciones, de mentiras, de autoengaños, de miedos y de amor. Y los actores, impresionantes: Antonio de la Torre compone un gay absolutamente atípico y desconcertante; la debutante Leticia Herrero da vida a una mujer que se intuye encantadora y que transmite con nitidez la necesidad de ser feliz, Raúl Arévalo construye un personaje mucho más cura y mucho más creíble que el que hiciera en “Los girasoles ciegos”, y qué decir de la familia de obesos, gente inteligente que parece disfrutar de la vida y no se sabe lo que esconden. Una galería de seres con tanta fuerza que parecen darse de codazos los unos a los otros para hacerse con la dinámica de la narración; quizás por eso la cinta tiene ese aspecto de piezas que no terminan de encajar del todo. A mí me sorprendió la nitidez de su desarrollo (su color, sus frases, sus situaciones) y me pareció una propuesta mucho más que interesante, sencillamente deliciosa.
La que no sé si irá a los óscars es “Malditos bastardos”, la última de Tarantino (pero, como ya he dicho antes, tampoco me importa lo más mínimo). Lo que sí sé es que dura más de dos horas y media que a mí se me pasaron en un suspiro y que, a pesar de ser una sesión matinal (a las que suelen asistir entre 10 y 20 personas), la sala tenía medio aforo y había otra sesión en la de al lado media hora después. “Malditos bastardos” tiene un buen montón de citas cinéfilas y de pillarlas ya se encargan los críticos, el resto de los mortales cogemos alguna que otra que nos pilla cerca y hasta nos reímos con una alusión simple a Rambo o a “El Padrino”. La peli va sobre la II Guerra Mundial pero eso es una excusa como otra cualquiera para hacer una mezcla bastante interesante entre el western y el cine de aventuras. Se divide en cinco capítulos y cada uno tiene su escena cumbre y su desarrollo peculiar así es que si alguno no te engancha no te preocupes, que enseguida viene el siguiente. Y tiene todos los elementos del cine de Tarantino: las referencias que decíamos antes, la selección de temas musicales que vete a saber de donde los saca, los diálogos sorprendentes (aquí no tan fuera de tono como en anteriores ocasiones), los movimientos de cámara milimétricos, la violencia sin tapujos y algún que otro personaje pasado de rosca. Y es que sólo a Tarantino se le permite (y se le ocurre) tratar a Hitler como lo hace, usar la guerra mundial como lo hace, o tener a Brad Pitt en plantilla y relegarlo a un segundo plano con cara de imbécil y una cicatriz en el cuello que nadie nos explica por qué la tiene. Pero, sobre todo, muy recomendable ver la versión original y disfrutar del trabajo de Christopher Waltz, dando vida (y una lección de interpretación) a un coronel “cazajudíos” absolutamente perfecto.
No está mal el comienzo del curso: Sánchez Arévalo nos invita a viajar por las entrañas de la gente y Tarantino a un paseo por el cine de aventuras más entretenido. Y los dos nos ofrecen una lección de cine, de ese capaz de entretener y de educar espectadores (cinematográficamente hablando, quiero decir).