38 y 21

38 y 21

{mosimage}Acabo de cumplir 38 años. No celebro ni una cifra redonda ni un aniversario fuera de lo común. Pero estos 38 tienen para mí una especial significación por un guiño que se proyecta en el presente desde el retrovisor de mi memoria. De mi infancia he rescatado luego con frecuencia un pasaje que me marcó de forma notable. Yo tenía 11 años cuando una tragedia se atravesó en el camino de la familia. De aquella experiencia traumática guardo escenas, pequeños gestos y algunos detalles que el paso del tiempo no ha conseguido borrar de mi interior. En aquel entonces mi madre, protagonista principal de aquel episodio, tenía 38 años. Todavía hoy recuerdo con nitidez el momento en el que alguien me hizo ver la edad que tenía mi madre. Era la primera ocasión en la que alguien con más conciencia que yo verbalizaba para mí la distancia existente en años entre una madre y un hijo. Desde mi perspectiva infantil aquella cifra, la de los TREINTA Y OCHO AÑOS, me pareció una barbaridad de vida junta; algo así como una pétrea losa que solo de pensar en ella me parecía simplemente inalcanzable. ¡Qué mayores son mis padres, por favor!, pensé en aquel instante.

Luego, con el paso del tiempo, y viendo que me aproximaba cada vez más a esa cifra de años vividos, he ido recordando aquel pasaje, aquel cúmulo de sensaciones. Y aquella distancia vital que en los años 80 me parecía inalcanzable, ahora ya es una feliz realidad. Pero con la diferencia de que ahora soy yo quien ha cruzado el Mississipi. He cambiado de orilla y desde el otro lado del río los que me miran con cara de sorpresa son mis hijos. “Por ahí va ese señor mayor, que es mi padre”, imagino que repiten para sus adentros, tal y como yo hice antes con mis padres. Es el sino del ciclo vital, y desde luego no quiero renunciar a ir asumiendo los diferentes papeles que en cada instante me acabarán asignando.

Coincidiendo con este tiempo de cierta introspección vital, un nombre me viene a la memoria a diario. Es el de Daniel Jarque, un joven futbolista que moría el pasado mes de agosto. Un fulminante ataque al corazón detenía su vida para siempre cuando tan solo contaba con 26 años de edad. Demasiado joven para irse así, de esta manera. Hace ahora un mes pude ver en directo, en el Nou Estadi del RCD Espanyol Cornellà-El Prat, el partido de liga entre el Espanyol y el Málaga. Los compañeros del capitán desaparecido conseguían la primera victoria en partido oficial en el nuevo estadio perico. El resultado final, 2-1. Juntando esos dígitos se obtiene el 21, el dorsal que lució en su camiseta Jarque hasta el día de su muerte. El dorsal que más se ve ahora en las gradas españolistas cuando juega el equipo. Nunca había visto a tanta gente luciendo una misma camiseta, ocupando las gradas de un estadio de fútbol, y en homenaje a un jugador que nunca más volverá a saltar a ese terreno de juego. Justo cuando la noche ya era cerrada, mediada la segunda parte, Iván Alonso conseguía el tanto de la victoria, y su gesto fue inequívoco. En la celebración Alonso miró al cielo y dibujó con sus dedos un 21. En ese instante, alguien daba la noticia a través de la radio: la pareja sentimental de Jarque acababa de dar a la luz a la niña que ambos esperaban para después del verano. Martina Jarque había nacido a la misma hora en que el Espanyol sellaba su primera victoria en Cornellà-El Prat; a la misma hora en que un 2 subía al cielo barcelonés para juntarse con el 1 visitante. El 2-1 para el 21, con Martina como testigo. En su primer día de vida no encontró mejor regalo para su padre que el obsequio de la primera victoria oficial de su equipo, del equipo de Papá, en el nuevo estadio. 

benicoro@hotmail.com