Moon
{mosimage}Debo ser de los pocos que estos días no han acudido al cine a ver “Ágora”, la última de Amenábar; y es que a mí eso de las grandes campañas de marketing me produce cierta aversión y tiendo a pensármelo dos veces si contribuyo o no a la recaudación millonaria del fin de semana. No es que el cine de Amenábar no me interese, todo lo contrario, pienso que es uno de los directores más potentes, personales y osados que tenemos en este país; pero es que una película por encima de las dos horas y media, de la mano de Tele5 y que te la venden hasta en el telenoticias, la verdad, me pilla en mal momento y mejor dejarla para luego.
Así es que en vista del panorama nos fuimos a ver “Moon” de un señor que firma como Duncan Jones y al que todos se refieren como el hijo de David Bowie. Resulta que vimos la película por la mañana (sí, sí, por la mañana, que me han dicho que es normal y que no se considera ni pecado ni sacrilegio) y por la noche se llevaba cuatro premios en el Festival de Sitges, entre ellos el de mejor película y el de mejor actor.
Sobre si es o no la mejor película del festival ni entro ni salgo, que no he visto las otras; ahora, la actuación de Sam Rockwell me parece poco menos que imposible de superar, una verdadera pasada. Un solo personajes que son varios personajes y a la vez el mismo, claramente diferenciados sin necesidad de postizos o trucos digitales; cada uno de ellos perfectamente delimitado, muy bien dibujado, lleno de matices, giros y cambios fabulosos, de una continuidad asombrosa (los cambios se plantean sin fracturas, con delicada naturalidad) y tan creíbles que nunca ves al actor, siempre al personaje.
Y la peli, una delicia, de esas que se hacen con poco dinero (presupuesto USA, se entiende), desarrollan una buena idea y aprovechan cada céntimo (léase centavo). Jones nos habla de la soledad, de la búsqueda de uno mismo, del futuro conviviendo con las máquinas y con nuevas generaciones de hombres; y de pasada, sólo al final, de los pocos escrúpulos de las grandes industrias y de lo expuesto que está el mortal de a pie a los abusos del poder económico.
Tiene “Moon” un aire a “2001 una odisea en el espacio” donde la metafísica se ha convertido en minería y los trajes de astronauta llevan una capa de mugre como consecuencia de semanas de trabajo. También se va hacia “Blade Runner” planteando un mundo donde humanos y “no tan humanos” se confunden y terminan buscando su identidad, su pasado y su futuro. Tiene mucho de la ciencia ficción de los 80, con esos detalles retro como el icono que refleja los estados de ánimo del robot. Y tiene mucho de aquella “naves misteriosas” en la que un hombre solo cuidaba de una nave que era todo un ecosistema viajando por el espacio.
Pero la película no es un refrito, sino una obra con entidad propia, original, que engancha por la aparente falta de pretensiones y la suavidad y la ligereza con que se desarrolla. Pocas veces se ve una cinta con el placer que se degusta ésta, y pocas veces uno tiene la sensación de ver algo realmente original y bien elaborado.
No tiene nada del terror que cada año invade Sitges, pero fantástica, ya lo creo que es fantástica.