Nuevos presupuestos, viejos vicios…

Nuevos presupuestos, viejos vicios…

{mosimage}Cuando lean este artículo es muy probable que los presupuestos del año que viene ya estén aprobados.

La aprobación de estos presupuestos, en nuestra opinión, realmente no hace más que marcar las tendencias, porque lo que realmente va a determinar nuestro día a día como ciudadanos va a ser la gestión que se haga de cada una de esas partidas que se aprueben.

Es relativamente importante conocer la cantidad que se asigne a Comunicación o a Bienestar Social pero mucho más interesante es conocer en qué exactamente se gastará esa partida.

Pongamos, por ejemplo, para ilustrar nuestra preocupación, un caso tan claro como “las banderolas”.   Sí,  esas con mensajes incompresibles para la mayoría de nosotros y  que tenemos colocadas un día si y otro también en nuestras calles.  ¿Cuánto nos cuestan esas dichosas banderolas?  ¿Qué motiva ese dispendio, al que nos tienen acostumbrados, y que aún en tiempo de crisis se continua realizándose?  ¿Qué especiales condiciones tendremos “pactadas” para poder asumir ese gasto tan reiterado?

Solo cabe recordar la campaña de los Mossos, la del mosquito o la última que se está realizando en estos momentos, todas ellas con mensajes vacíos sin  utilidad  para el ciudadano.  Banderolas que ni tan siquiera incluyen un teléfono de información ni ningún otro dato que justifique su existencia como  elemento informativo.    Nos hemos quejado reiteradas veces de este tipo de gastos pero por lo visto no sirve de nada.  En nuestra opinión un claro ejemplo de campañas informativas mal gestionadas y que representan  un verdadero ejercicio de culto a la inutilidad que hace que, cualquier importe  destinado, sea claramente cuestionable.

Y es que ante gastos como este queda bien claro que lo más importante de los presupuestos no es  en qué partida se asigne,  sino finalmente en qué exactamente se gasta cada euro.  Si la inutilidad de la idea en sí misma no justifica el gasto, se está derrochando el dinero de los ciudadanos independientemente de en qué partida haya sido contabilizado.

Así que solo pedimos al  equipo de gobierno en la gestión final de estos presupuestos un poco de sentido común en el destino final.  Sí, eso, sentido común, como dijo alguien; probablemente el menos común de todos los sentidos.  Porque  si lo absurdo del coste de esas banderolas queda en evidencia por lo insulso de sus mensajes, no deja de ser uno más de los curiosos ejemplos de “buena gestión” presupuestaria que hemos tenido estos últimos años de gestión socialista;   viajes de curiosa justificación para hermanamientos con algún pueblo de la lejana China,  viajes a Cuba que se repiten cada año, etc., etc.  Pero volviendo a las banderolas,  ¿cuál será el “misterio “ de las banderolas, ¿Ustedes lo conocen…?  Nosotros estamos deseando conocerlo…