Sostenible, ¿hasta cuándo?
{mosimage}El mismo fin de semana que escribo estas líneas se acaba de estrenar en los cines la última película con tintes apocalípticos que narra el fin del mundo, fechado para las navidades de 2012. La historia se inspira en una supuesta predicción maya que fijaría el fin de los tiempos para ese mes de diciembre, dentro exactamente de tres años. Esa historia, contada desde la óptica de la ficción, nos entretiene. En el fondo nos gusta deleitarnos con la visión morbosa de nuestro propio aniquilamiento, y cuanto más exagerados sean los detalles del exterminio humano, más nos encandila su visión.
Pero toda narración apocalíptica puede tener su traslación al mundo real, aunque dicha extrapolación sea parcial. Por un lado, parece que es incuestionable que hace algún tiempo que vivimos de espaldas a nuestra realidad natural. Los sistemas productivos han dejado de lado el aprovechamiento sostenible de nuestros recursos, y ese exterminio productivo por lógica acabará llevando al agotamiento de las fuentes de energía. El fin último del sistema capitalista radica casi exclusivamente en el beneficio materialista del capital inversor. Eso ya sabemos hacia dónde nos ha llevado. El abismo en el que nos encontramos desde hace algo más de un año es una buena muestra de ello.
Eso por no hablar del frenético ritmo de vida que el propio sistema nos impone a sus obreros. Cualquier operario es capaz casi de renunciar a su vida personal, con tal de no salir despedido de mala manera del engranaje productivo que mueve el mundo. Pocos son los valientes que se atreven con un plan alternativo, que les aleje del bullicio, de la posesión, del abuso, del estrés, de la picaresca, de la ceguera. Todos en tropel, siguiendo un paso unitario, vendiéndonos al mejor postor, combatiendo con nuestro propio vecino por ser el primero en la loca competición del consumismo capitalista.
Basta con echar un vistazo a tu alrededor para ver hacia dónde llevamos este mundo que cada vez se vuelve más insostenible. Cuando en una zona residencial de nuestra propia ciudad hay dos familias con seis miembros en total, y todas ellas tienen a su disposición nueve vehículos motorizados para desplazarse por sus calles, es evidente que algo estamos haciendo mal. Cinco coches y cuatro motos para que seis personas se desplacen a diario de casa al lugar de trabajo y viceversa. Unos cuantos kilómetros que sirven como excusa para poseer más vehículos de lo que uno puede utilizar. Vehículos que contaminan y ocupan espacio urbano; pero que, dependiendo del modelo y su marca, también sirven para alardear de una privilegiada situación dentro del estatus social. El consumismo ciego, la posesión frívola y caprichosa y la pérdida de identificación con nuestro origen natural. No sé si en tiempos de la civilización maya estos conceptos podrían ni tan siquiera ser imaginados; pero lo cierto es que, a menudo, cuando me puede el gen apocalíptico que todos llevamos en nuestro interior, pienso que nos estamos volviendo todos locos. Por eso me pregunto, ¿hasta cuándo la Tierra seguirá sosteniendo este frenético ritmo de destrucción que le estamos imponiendo los ciudadanos capitalistas?.