A propósito de “Vientos Azules”

A propósito de "Vientos Azules”

{mosimage}Cuando se conoce a una persona aunque no sea muy profundamente, se puede caer en la tentación de opinar por su aspecto. Me ocurre, mea culpa, con Micaela Serrano, que la tengo por persona equilibrada y de buen carácter, lo que hace que me entre la duda de que lo que diga de su libro Vientos azules está condicionado por esta impresión personal en lugar de ceñirme a criterios estrictamente literarios, no obstante todo lo que voy decir de su libro y de ella es honesto por mi parte, ya que yo no entiendo el doble lenguaje.

Tal vez todo parta en mí de una creencia ¿falsa quizás?, de que, en mi devenir, he constado de que para ser buen poeta es condición sine qua non ser buena persona. Se podrá aducir que algunas malas personas han compuesto poesía, pero yo, permitídmelo, discrepo; esos son los escribidores de versos, que a diferencia de los poetas, nunca llegan a amar sinceramente a la poesía, a lo más, la exhiben con ropajes hueros y académicos, podando sentimientos hasta ridiculizarla.Vientos azules es el primer libro de nuestra poeta, pero que nadie busque en él inexperiencia, tiempo ha que la autora anda en estos menesteres, aunque ahora se haya decidido publicar. Ella ha ordenado el poemario en tres partes: Poemas de revelación, Las cuerdas del tiempo y Vosotros, partes no estrictamente necesarias para adentrarse en la compresión del libro, pero que la autora ha preferido incluirlas para agilizar la lectura y que, tal vez, facilitarnos la arquitectura interna del texto. En la primera parte es consciente de todas las limitaciones que tenemos como seres humanos, pero nos va adentrando, aterciopeladamente,  en las claves de lo que será su voz: Nací como una carta / llena de borrones / palabras cortas, / versos, tinta y nieve. / Nací con el alma inquieta, / sueños de ángel, / y cabeza de nubes. Dicho así: con palabras sencillas, para qué buscar ropajes hueros y académicos. Y afronta los poemas con naturalidad y franqueza: UNA FLOR, una sonrisa, / un dulce amanecer. / Sólo un minuto de vida / para devolverte / y devolverme / el intenso placer / de la existencia. Para qué más, de forma veraz proclama el “estar” y el disfrute de compartir espacio y tiempo con el ser amado: Respirar cada día / tu presencia única. Y un deseo directo: No quiero despertar / en un isla desierta, / sin música, / sola, / vacía. Pero nunca la certeza absoluta, vivir es dudar: Por la noche, de vuelta / una suave tristeza / me ronda en los labios. / Ya me perdí.

En la segunda parte, el presente se enseñorea y vive el ahora, aunque con cierto punto de duda: Me desnudo en la noche, / ante ojos imposibles. Aunque poco a poco, vuelve a la esperanza al reencontrarse cara a cara, con la poesía que le recorre: Ahora no mires tus desvelos, / Letras escritas o soñadas, / Viejas costumbres, / Aposentadas como armarios. / Vuelve a la vida, / Que se queda agazapada, / Rendida por el viento. Y es que los poetas siempre soñamos con ese poema que nunca llega, pero ronda como frío glaciar, los labios.

El tiempo, sempiterno el tiempo, como obsesión en este apartado: MUERDO las horas lentas. / Se cuelan minutos / en estancias vacías. / Recuerdos amargos / ávidos de lutos. Y tal vez un deseo ante la incomprensión: Perderme en una pausa / sin aliento, sin aire / que disuelva mi tenue voz.

En la última parte Vosotros, se rodea de sus seres queridos y los homenajea como sólo lo puede hacer una poeta: con lo mejor de sus sentimientos y su expresión, aunque a veces le asaltan recuerdos trágicos: En la fría madrugada… / Un rostro sin nombre, / una voz desarmada / entre sangre y lágrimas.  Pero nuestra autora se sobrepone y se reencuentra con su hermana: Me alimentas con tus palabras, / cada mañana. O con su madre: CADA día me has dado / Tu aliento, tus manos, / Corazones de palabras, Caricias de viento. Sí, caricias de viento que están gozosamente presentes para iluminar el camino a Micaela.

Después de la lectura tengo la certeza de que Micaela es poeta y parafraseando a mi añorado amigo Florentino Huerga, diría que Micaela es “poeta irremediable”, no hay nada más que verla. Y si la lees, como yo he hecho, con devoción, te reafirmas en esa impresión. Tiene, afortunada ella, ese don que, generosa, regala la naturaleza y, además, con tesón, ha adquirido un aprendizaje que hace que nos comunique sus sentimientos de forma sutil y profunda y sobre todo y no es poco en los días que nos ha tocado vivir, de forma honrada, generosa y auténtica.