Instintos

Instintos

{mosimage}Conocí, no hace mucho, a una mujer especial. Con una apariencia bastante atractiva no explosivamente apabullante pero tampoco despreciable. Pero sí, era especial; debo reconocer, después de haber sostenido con ella un cierto espacio de conversación, que era una mujer culta de diálogo fácil y con ideas bastante claras. Tan claras que me sorprendió, de repente, al manifestar una confesión inesperada:
– A mí, dijo, si existe algo que me repele, me inquieta y me disgusta es el pene.
Y yo no fui capaz de evitar el lógico comentario frente a una mujer no joven pero tampoco muy mayor.
-¿Eres lesbiana?
Esta era una pregunta que no había sido capaz de hacerse nunca, me confesó. Y yo creo que no debía de hacérsela pues no era una niña como para desconocer, completamente aún, cuáles eran sus sensaciones reales. Y es que el ser humano, entre otras cosas, es un animal de instintos irrenunciables y de sinceridades difíciles con uno mismo. Por ejemplo, el instinto de conservación y el instinto sexual en todas sus manifestaciones son irrenunciables. Por esto a mí me parece que cuando fallan, es que algo está pasando por allí dentro, y me refiero a todo. No estoy hablando ni de hormonas ni de cerebro, pero también. Ahora, cuando hablaba conmigo, empezó a ser muy consciente de su lesbianismo real, total y absoluto a lo largo de su vida. Y es que la homosexualidad, en el amplio sentido, ha dejado de lado sus imágenes indeseables y se ha convertido casi en una moda, un mérito y, no me atrevo a decirlo, una virtud pero ahí está, sin duda. Salir del armario, es cierto, supone una liberación que abre más puertas que un mueble concreto. Crea círculos cerrados, quizá no tanto como antaño, pero ofrece perspectivas que van más allá de lo que hace poco tiempo hubiese sido un rechazo y un aislamiento social evidente.

Lo cierto es que existe una etapa en la vida, que suele coincidir con la adolescencia, en la que se forja mucho de lo que seremos y haremos después. Es el momento en que suelen tener grandes amigos, los varones y la mejor amiga, las hembras. Los colegas, las depositarias de la intimidad, los que comparten confidencias, proyectos, ilusiones, secretos y muchas cosas más que no tienen en principio ningún cariz claramente sexual. Pero es tiempo de descubrimientos, de saltar barreras o de crearlas, que alguna vez ante una sexualidad desconocida e inmadura, sin un color definido, borrosa, puede desembocar o iniciar una inclinación homosexual. Yo no tengo base para decir si esto es bueno o no lo es. No puedo afirmar ni demostrar nada pero el  mundo de los instintos, de la sexología, depara a veces sorpresas, incomprensiones, tendencias reales o irreales con las que cuesta convivir y no estoy en condiciones de juzgarlo. Y no lo hago, no lo sé. Por esto y mucho más prefiero callar. Ustedes tienen la palabra.

Atrévanse a juzgarse, repásense sinceramente a sí mismos con honestidad sobre su historia. Lo de esta columna no es más que una insinuación.

O así me lo parece…
J.C. Alonso Duat 
jcalonsoduat@gmail.com