Té con menta

Té con menta

{mosimage}Mohamed Souliman sabe tocar el violín. Y es extraño ver a un marroquí con un violín en sus manos haciéndolo sonar. Extraño y sorprendente. Es un sonido que huele a Té con Menta justo en el momento que Said Elhaizo y un percusionista apoyan con su voz y su sonido el recuerdo del ambiente de Tánger, Rabat o Casablanca y provoca, ¡cómo no!, que surja entre los labios aquélla clásica oración de ¡Vuélvela a tocar Sam! Y se escapa, sin querer, la sensación inevitable que, con amor y respeto las dos culturas, las dos civilizaciones, pueden crear una verdadera alianza. En el fondo tienen algo en común con el sur de España aunque sólo sea el origen o la vecindad.

Sé que os habréis dado cuenta de que esta columna no surge por casualidad ni por capricho. Viene a propósito de un artículo aparecido este invierno, a primeros de febrero, en el Diario de Ibiza y firmado por Laura Ferrer con la intención de demostrar la proximidad de ambos medios. Supongo que conocen las Baleares; pues bien, Ibiza es la isla más árabe de las tres islas principales. Mallorca, guste o no, es bien catalana; Menorca sigue con los retoques ingleses más evidentes, pero Ibiza, las Pitiusas, todas son árabes, completamente, y mantienen la herencia de sus muchos años de relación. Y la orquesta árabe de Barcelona se trasladó a la capital de las Pitiusas para recordarlo, entre otras cosas, y comprobar el gran parecido de la voz de Ayomb Bout con la de los cantantes andaluces.

No se trata sólo de historia, sino también de geografía. No se sorprendan si, por un accidente, se quedan con un barco a la deriva en el canal que separa Ibiza de la costa peninsular; las corrientes les van a llevar, aunque no quieran, en 48 horas hacia  Argelia; sin embargo, yo  no les aconsejo que lo intenten. Lo que sí es cierto, como dice el artículo de la prensa ibicenca, que es posible que un Té con Menta les consiga liberar de los perjuicios que, muchas veces, con razón, se van creando contra la convivencia. Por lo menos, ese Té será con toda seguridad un pequeño y gran placer que evite un nuevo choque. Y como ya me estoy haciendo mayor, sigo el consejo de otros que han crecido antes y pienso que cuando hablas de cosas, ellas también hablan de ti y eso me hace feliz porque la felicidad empieza, seguro, cuando se acaban las pretensiones y, a mi edad, el mundo, mi mundo ahora, sólo tiene anécdotas (como dice Pla). Soy un hombre de mirada corta y corta tiene que ser también esta columna. De lo contrario, podría crear problemas de compaginación  editorial y no me gusta hacerle esto a nadie.

O así me lo parece

J. C. Alonso Duat                                                                                            jcalonsoduat@gmail.com