Cine que no es

Cine que no es

{mosimage}Una de las cosas que más me gusta de los Cines Metropol es que, con cierta frecuencia, se pueden recuperar películas que te hubiera gustado ver y que se escaparon en su momento; su programación, a medio camino entre los títulos taquilleros de multisalas de centro comercial y los más cinéfilos de circuitos en versión original (sin caer ni en uno ni en otro), incluye con periodicidad filmes de sobrado interés para un espectador mínimamente exigente y (aunque no suele acompañar el número de espectadores) las dos pantallas siguen albergando opciones más que interesantes.

Así es que hace unos días me pasé por allí para ver “Cinco minutos de gloria” de un, para mí, desconocido Oliver Hirschbiegel; una película con Liam Neeson y James Nesbitt (fabulosos los dos) que nos habla de la difícil superación de un conflicto como el de Irlanda a través del posible encuentro de un hombre con el asesino de su hermano 30 años después de su muerte; un encuentro propiciado por una cadena de televisión para un programa tipo reality. La película me pareció muy interesante y al salir de la proyección pensé que (cada vez con más frecuencia) las películas me gustan más por lo que no son, por lo que podían haber sido y no llegan a ser, por optar  por caminos diferentes a lo predecible, a lo ya visto. “Cinco minutos de gloria” podría haber sido un dramón lacrimógeno con final redentor si se hubiera hecho en USA, o un alegato social sobre la violencia si la hubiera hecho, por ejemplo, Ken Loach; pero se decanta por quedarse en el conflicto personal de cada personaje, por no caer en la grandilocuencia y el efectismo del programa de televisión (que, finalmente, es sólo una excusa), por no sentenciar ni juzgar a nadie y por sugerir, más que subrayar, la profundidad del conflicto, la imposibilidad de redención y la necesidad de pasar página individualmente a pesar de todo.

Algo parecido me pasó también con “Kick-Ass”: atraído por las excelentes críticas más que por la oferta, pensé que quizás valía la pena y me embarqué en una aventura que, en un principio, no hubiera escogido ni harto de vino. Pero, ¡oh, sorpresa!, la película se sostiene precisamente por lo que no es: no es un producto exclusivo para adolescentes y/o descerebrados; tampoco es una obra escrita de cualquier manera para explotar una idea o un efecto. “Kick-Ass” es una gamberrada absoluta que se disfruta desde su exceso, que se pierde en el universo del cómic sin olvidar su condición de cine y que, personalmente, me enganchó en su discurso inicial, me engañó en su estrambótico dibujo de personajes y me dejó clavado a la butaca con sus rabiosas escenas de acción; llamadme criatura, pero me lo pasé de cine. Eso sí, la película exige aceptar pulpo como animal de compañía si se quiere disfrutar, de lo contrario nos puede parecer (con toda la razón del mundo) una verdadera estupidez.

Y un último ejemplo de cómo una película adquiere su valor por aquello de lo que se aleja: “Rabia” de Sebastián Cordero, una película sobre un ilegal que acaba escondido en la casa donde sirve su novia sin que nadie, ni ella misma, lo sepa. “Rabia” podía haber sido una historia de terror tipo “Los otros” o “El orfanato”, quizás un culebrón a lo sudamericano o un thriller con asesino psicópata incluido, incluso un alegato contundente contra las condiciones de la inmigración actual y el papel de las clases medias y altas en la explotación de mano de obra sumisa y barata. Pero no, se queda en un film intimista, contenido, voluntariamente claustrofóbico  y cerrado (más bien cegado) en un personaje celoso, agresivo, pero en el fondo infeliz y víctima. No es un film que destaque demasiado, pero sí se percibe como una obra sólida, personal,  con un universo propio que se aleja de los terrenos fáciles, seguros  y manidos.

Lo dicho, cine que tiene su mérito y su encanto (me parece) en no ser lo que otros muchos filmes ya son.

Fernando Lorza