Una Fotografía
{mosimage}Los ciudadanos, en medio de un fuego cruzado que no conoce tregua alguna. A un lado, un grupo de supuestos líderes de opinión, entre asustadizos y desbordados por los acontecimientos. Y justo enfrente, desde la otra orilla ideológica, otro batallón con las palmas de las manos ardiendo de placer de tanto frotárselas, esperando la llegada del hundimiento final. El cometido de los primeros, tratar de dar solución a problemas, de cuya existencia casi siempre dudaron. Lo hicieron hasta que la realidad económica se volvió tan terca que no hubo más remedio que aceptarla. Y mientras, los “otros”, agotando su tiempo, viendo pasar la comitiva fúnebre, con el dibujo de una sonrisa macabra en su rostro, esperando a que la fruta madura caiga de una vez por todas, aunque en la recolecta se encuentren con un fruto totalmente podrido.
Esta podría ser una de las fotografías del momento actual, una foto fija que resume a grandes trazos el estado del país. Una nación, inmersa en una grave crisis que socava los principios fundamentales del sistema capitalista. La desconfianza, la inseguridad, el pesimismo están a la orden del día. La exigencia de más y más sacrificios ciudadanos también.
Y en esas estamos. De acuerdo, lo asumo. Acepto el reto. Entiendo la exigencia. Pero también pido algo a cambio. Quiero ver una luz al final del túnel. Necesito que un grupo de personas tiendan puentes de confianza, a través de los cuales podamos encontrar un camino de futuro. Salgan de la esfera pública, o de la privada pero con vocación pública, es hora de dar con esas gentes que lideren al grupo, que le hagan creer en que una mejoría es posible. Que me convenzan de que no tengo porque seguir a los agoreros que me invitan, día tras día, a gozar del aquelarre de la ruina total.
Es hora de construir, no de demoler. De crear, no de desmantelar. De devolver confianza, no de sembrar más pánico. De ofrecer ayuda, no de deleitarse en la serie interminable de zancadillas. Tendremos que ofrecer entre todos lo mejor de nosotros mismos, ¿no? ¿O preferimos fundirnos en un abrazo con el enterrador?