Podíamos

Podíamos

{mosimage}Fueron unos segundos de emoción que desborda, de locura transitoria, de orgullo y éxtasis. Difíciles de controlar, imposibles de frenar. Un momento de llorar queriendo morir de risa, de tocar el cielo poniéndome de puntillas sobre mi bagaje emocional, sobre mis recuerdos de un pasado que me ha hecho sentir así.

En ese instante me acordé del maldito Naranjito, de Periko Alonso, de los rizos y el bigote de Satrústegui, de la mala leche de Juanito, de la mala pata de Arconada; de aquel odioso día en que Platini lo bajó del olimpo haciéndole un gol de churro. También me acordé de Bonello, el portero de Malta del que vivimos felices durante tantos años. Y de Azzopardi, y de los hermanos Farrugia, otros malteses a los que vapuleamos en aquella noche sevillana de las navidades de 1983. Y de Bambridge. También me acordé de aquel árbitro australiano descarado que le birló a Míchel el mejor gol de su carrera. Fue en Méjico-86, contra Brasil. Y del “buitre”. También me acordé de él. En Querétaro Butragueño me enseñó a creer en la genialidad del hombre. Fue contra Dinamarca. Y luego perdimos como siempre; en cuartos contra Bélgica. Por eso me acordé de Eloy Olaya, aquel delantero bajito y habilidoso del Spórting de Gijón. Él falló el penalti decisivo en Méjico y de ahí nos venía otra frustración.

Y me acordé de Italia-90, mundial del que afortunadamente no recuerdo nada, porque fue desastroso para nosotros. Y del codazo de Tassotti a Luis Enrique en los cuartos de EEUU-94. De eso también me acordé. Y de aquel gol cantado que Julio Salinas falló solo ante el portero italiano, como Robben en la final con Casillas. Y de Francia-98. De este Mundial también me acordé. De aquel “gili-gol” de Zubi en propia meta ante Nigeria; de aquella vergonzosa eliminación en la primera fase. Y de Corea y Japón-2002. De aquel colegiado egipcio Al-Ghandur, y de su ayudante, de Trinidad y Tobago. De cómo nos robaron contra Corea, también en cuartos de final.

De todas estas pesadillas pude desprenderme con el gol de ese ángel caído del cielo llamado Andrés Iniesta. En el lugar y en el momento elegido por los dioses. En la final de un Mundial, en la recta final de la prórroga, en el minuto 116, y con el recuerdo emocionado a su amigo del alma, a ese Dani Jarque del que tanto nos acordamos algunos desde hace un año. Gracias Andrés, gracias Iniesta, gracias España por hacerme tan feliz. Gracias por darnos tanto en un mes de fútbol, en un día de partido, en un minuto de gloria. Nuestras vidas no volverán a ser las mismas. Nos pasó en Viena, en 2008, y creímos que aquello no se podía repetir. No solo lo habéis vuelto a hacer; lo habéis superado con creces. Johannesburgo, 11 de julio de 2010. Pasaporte para el cielo.

Firmado: un hincha español al que todavía le cuesta creerse campeón del mundo.

benicoro@hotmail.com