Las Lentas

Las Lentas

{mosimage}Hubo un tiempo en que las prisas no eran buenas consejeras y el personal, de verdad, se lo creía. La pausa en aparatos, revolucionarios entonces, como el vídeo se utilizaban y mucho. Los teléfonos móviles pertenecían al universo de la ciencia ficción, y el estrés debía ser una “enfermedad de locos”, que solo padecían en el extranjero.

En aquel tiempo se crecía en una infancia que tenía marcados los tiempos, pero en la que existía de veras el tiempo libre. Los niños no entrábamos en la rueda rutinaria de la escuela obligatoria hasta los seis años. Y las actividades extraescolares eran una práctica diaria ajena a nuestra cultura.

En los años 80 a ningún padre de familia en sus cabales se le hubiera ocurrido hacer yoga entre semana “para desconectar”. Los hombres y las mujeres adultas de aquella generación –criados en la posguerra- no parecían tener sistema nervioso. Aguantaban sin pestañear el duro ritmo de la vida diaria. Por aquel entonces, los médicos todavía no se atrevían a diagnosticar el síndrome del trabajador estresado. O no lo conocían o no tenían protocolos establecidos para su evaluación.

Cierto es también que muchos de aquellos adultos no se colapsaban llenando su tiempo libre de actividades “desestresantes”. Hoy en día hasta para planificar una semana de vacaciones nos imponemos una pauta, una planificación más propia de una oficina de trabajo que de un hogar sin prisas ni agobios.

En aquel tiempo, siendo ya un adolescente, en las discotecas a la chavalería se nos dejaba un paréntesis para ligar “como Dios manda”. También ahí había un “pause”. El disc-jockey de turno detenía el “chumba-chumba” de entonces, y avanzada la fiesta, en la disco sonaban “las lentas”, aquellas canciones que nos daban el pistoletazo de salida para probar la cálida proximidad de una cintura femenina, de un cuerpo amigo, de un aliento que –con un poco de suerte- podía fundirse con el nuestro. La sucesión de canciones de Glenn Medeiros, Michael Bolton, Bonnie Tyler o Phil Collins podía durar no más de diez o quince minutos; pero a nosotros, a aquella generación de chicos de los años 80, nos parecía una eternidad.

De vez en cuando, todavía sueño despierto con aquellas canciones, dulcificantes hasta el empacho, “romanticonas” y ñoñas; pero es que son todo un símbolo. Un icono de aquel tiempo, en el que era habitual hacer uso de la pausa en el mando a distancia de nuestras vidas.

benicoro@hotmail.com