Una vida y muchas vidas
{mosimage}“Un libro abierto es un cerebro que habla;
cerrado, un amigo que espera;
olvidado, un alma que perdona;
destruido, un corazón que llora.”
Proverbio hindú
Se dice aquello de “sólo se vive una vez” y es cierto: sólo tenemos una vida. Pero eso no significa que sólo podamos vivir una. Tenemos algunas maneras de poder burlar ese determinismo biológico.
Cuando comenzamos un libro, nos sumergimos en sus páginas y nos atrapa, tenemos la posibilidad de experimentar una pequeña vida extra. Durante los días, semanas o meses que nos dura su lectura sufrimos, disfrutamos, amamos y odiamos con la misma intensidad que lo hace el personaje. Existimos a ratos en otra época, en situaciones que seguramente nunca hubiéramos imaginado y que probablemente nunca viviremos.
Un libro tiene un aspecto lúdico: nos puede transportar, sin necesidad de movernos del sofá, por derroteros mentales hasta llegar a la otra punta del mundo. Pero también sirve para aislarnos en determinadas situaciones (un monótono trayecto en metro, por ejemplo) o incluso como remedio para soportar mejor un mal momento en nuestra auténtica vida.
Sólo tiene un inconveniente: hay que acertar a la hora de elegirlo. Aunque hace un tiempo escuché en una entrevista a una escritora famosa una idea que desde entonces practico. Comentaba que un libro tiene que captarte desde los primeros capítulos, que no hay que forzarse porque te digan que es bueno, o la publicidad te haya incitado a comprarlo y leerlo. Es mejor dejarlo “aparcado” y quizás retormarlo en otro momento. Porque hay tantos libros que leer y disfrutar que no vale la pena encallarse con uno solo, comentaba la autora. Porque parafraseando a José Luis Borges, es cierto que “de los diversos instrumentos inventados por el hombre, el más asombroso es el libro; todos los demás son extensiones de su cuerpo… Sólo el libro es una extensión de la imaginación y la memoria”.