Castelldefels y "La Vanguardia"
{mosimage}En mi último artículo ya hice mención de que “La Vanguardia” había digitalizado toda su hemeroteca desde que público el primer número el 1 de febrero de 1881. Dándole vueltas al asunto se me ocurrió buscar artículos en ella que hablaran de la historia de Castelldefels y que me parecieran interesantes. El primero que he encontrado ocupa una página completa del diario, está firmado por Arturo Llopis en fecha 1 de julio de 1965 y se titula “El pueblo y el castillo de Castelldefels. Entre la historia y la leyenda”.
El artículo habla de Castelldefels como la playa de Barcelona, critica nuestro crecimiento poblacional de aquel tiempo, habla de una tala de eucaliptos cerca de la estación y de algunas cosas más, pero me voy a centrar en una leyenda que cuenta. Según esa leyenda, de la que el autor se burla un poco, el castillo de Castelldefels habría sido fundado por Carlomagno, el emperador de la barba florida; según esta tradición, el emperador habría dejado en manos de los moradores del castillo la talla de una Virgen que él había recibido del Papa Adriano II (teniendo en cuenta de que Carlomagno murió en el 814 y Adriano II fue Papa del 867 al 872 la cosa ya empieza a ponerse peliaguda, pero sigamos).
Esta imagen sería retirada en 1588 y reemplazada por otra, pero esto no gustó a nuestros predecesores y la imagen primitiva fue repuesta en 1716.
El pueblo nació al abrigo del Castillo (no habla de la Iglesia) que lo defendía de los piratas sarracenos, los cuales en sus “razzias” se apoderaban de los moradores de nuestra villa (hechos que cada año recreamos en las tradicionales Fiestas del Mar del mes de julio). Comenta que la historia de Castelldefels estuvo vinculada al castillo de Aramprunyá (sic=textualmente) junto con los pueblos de Begues, Sant Climent, Viladecans y Gavà; y que durante un tiempo estuvimos bajo el señorío jurisdiccional del marqués de Moya, que provenía de los vizcondes de Cabrera e intenta explicar como un Cabrera consigue el señorío de Moya (en Cuenca) por servicios a los reyes castellanos. También dice que era un pueblo sin historia, anónimo y que en ese anonimato radica nuestro encanto (todo un romántico), pero que la tenacidad de sus habitantes hace nacer de su tierra diversos productos. Tras una pirueta que nos lleva de la Edad Media a la Edad preturística (s. XIX) se hace eco de que aparece en las guías que nuestra villa producía cereales, legumbres, algarrobos, vino y aceite.
En el siglo XIX Castelldefels vive un momento estelar (sic) de su historia cuando se realiza el trazado de la carretera de las Costas y el del ferrocarril. También habla del túnel que permitió cruzar a este último los acantilados de Garraf, obra portentosa que vino a visitar un ingeniero francés. Dice que escribieron que se trajeron locomotoras y vagones norteamericanos que recordaban las praderas pobladas de búfalos (sobre todo junto a la playa).
Uno de los personajes que hizo posible el ferrocarril de Barcelona a Vilanova fue nuestro conocido Manuel Girona i Agrafel, al que alude como gran industrial y financiero y como comprador y restaurador del Castillo.
Se refiere a la iglesia del mismo haciendo constar que fue restaurada en el año 1812 (durante las guerras napoleónicas) y acaba desmontando la leyenda de Carlomagno por imposibilidad temporal, como he citado más arriba.