El Talento

El Talento

{mosimage}José Antonio Marina es un habitual colaborador de La Vanguardia que se presenta como filósofo y pedagogo en la entrevista de “La Contra” que firma Imma Sanchís. Siempre que puedo me resulta difícil evitar la lectura de algo escrito por J.A.Marina con el que comparto bastantes opiniones y criterios. No soy filósofo ni soy capaz de firmarme pedagogo pese a que en mi biografía figuran unos cuantos años de aprendizaje con los que fueron, teóricamente, alumnos míos. Pues bien, el tema de la última entrevista que he leído era, ni más ni menos, El Talento con un par de definiciones de envergadura: “El talento es el conocimiento al servicio de una vida lograda”  dice Marina. Y concreta un poco mas: “El talento es la inteligencia triunfante”. Por esto uno entiende perfectamente que cuando educamos a alguien, o al menos tratamos de hacerlo, no es para buenos resultados en cualquier escuela, sea la que sea, sino los mejores resultados en la aventura de la vida también sea la que sea. Para ello, entre otras cosas, hay que basarse en la verdad auténtica, llena de posibilidades, rica, amplia y crear una capacidad de pensamiento que pueda resolver problemas sobre un tono vital activo.

Hay que aprender a ser libre en todo, asumir esa cosa que se llama responsabilidad personal construyendo voluntades mientras se forma una conciencia moral de las cosas y de la acción para llevarlas a cabo. Hay que ser tolerante, consciente del bien y el mal, de lo bueno y lo malo y es preciso tener un lenguaje fluido para comunicar tales conceptos. Y ahora, en este momento, me planteo si el presidente americano Barack Obama ha recibido clases de mi protagonista o bien éste ha preparado los discursos de sus campañas; la célebre frase “Yes, you can” (si, tú puedes) no sirve para evitar conductas sólo para promoverlas y gracias a la ternura, la sinceridad, la exigencia y la comunicación. Y entonces el mayor premio es sentirse importante y trascendental. Solo el castigo tiene cierta utilidad para evitar las conductas incorrectas.

No sé si voy a resistir la tentación de citar ahora, en tiempo de elecciones, un consejo de Rousseau cuando dice hay que darle al pueblo lo que necesita o el deseo de tenerlo; con esta idea cualquier método será bueno para hacerle sentir la razón de todo. Con valentía, tenga la dificultad que tenga y no dejar de hacer algo importante según la dificultad que entrañe porque la pereza y la mentira son actitudes cobardes. Por esto, los sentimientos tienen también su valor docente; no se trata sólo de adoctrinar o interrogar sino de hacerse escuchar. No tengo la menor idea si en la carrera política o diplomática tienen, con carácter excluyente, la asignatura de la dicción pero deberían tenerla.

Y voy a terminar con una curiosidad y, simultáneamente, con algo que pueda parecer una justificación y no lo es. J.A.Marina tiene exactamente mi misma edad y el artículo que publicó en La Vanguardia y al que hago referencia salió el día de mi aniversario. Quizá también debería recordar que el talento era una antigua moneda de curso legal cuando Jesucristo caminaba por este mundo. Tal vez, esta sea una importante razón para justificar, supongo, el deseo de acumular muchas unidades de la misma.

Si yo fuera un experto en dicha cuestión, ahora, al terminar esta columna, debería pediros disculpas, a vosotros, por ser poco divertida, a la redacción de La Voz por extenderme demasiado a medida que escribo y, sin duda, a J.A.Marina de un modo muy especial por haber tenido el atrevimiento de usar su inspiración y experiencia para mi discreta colaboración, sin pedir permiso.

Así me lo parece
J. C. Alonso Duat