“RANGO”. Más cine animado

“RANGO”. Más cine animado

{mosimage}Hace unos días cayó en mis manos el anuario que publica la revista Fotogramas (el de 2010, claro) y, entre otras cosas, anduve ojeando el ránking de películas más taquilleras del año. No es que me importe mucho, pero siempre es interesante saber cuáles son los gustos mayoritarios, qué campañas de publicidad han funcionado mejor, y qué es lo que la gente consume en masa. Una cosa me llamó la atención: de las diez primeras películas de la lista, cuatro eran de animación, a saber, “Toy story 3” (la 1), “Shrek, felices para siempre” (5), “Gru: mi villano favorito” (8) y “Cómo entrenar a tu dragón” (9); y entre las veinte primeras también se colaban (“Enredados” y “Megamind” (11 y 20 respectivamente). También como curiosidad: excepto “Shrek” y “Enredados” el resto las he visto y he de admitir que, de una manera u otra, en todas ellas he disfrutado.

Supongo que hay multitud de factores para este desfase tan brutal entre cine animado y cine de imagen real, pero me parece a mí que un elemento importante para marcar la diferencia es que en las películas de imagen no real  se pone mucho más ingenio, se elaboran más los guiones, se cuida más la técnica (tanto del dibujo como de la narración), se miman los personajes y, encima, disfruta de un público más extenso (los niños siempre van acompañados de adultos y los adultos cada vez acuden más sin niños) y, en cierto modo, más fiel y agradecido.

Que estamos en una época excelente de la animación lo viene a ratificar “Rango”, la última genialidad en cine de dibujos (si se le puede seguir llamando así), y que poco o nada parece tener que ver con Pixar, Disney o producciones tipo “Shrek”.

“Rango” es, en cierto modo, una película de primerizos: está dirigida por Gore Verbinski, realizador de las tres primeras entregas de “Piratas del Caribe”, pero nuevo en estas latitudes; la animación viene de la mano de la “Light & Magic”, la fábrica de efectos especiales de Georges Lucas que también se estrena en el género. Curiosamente, y visto el resultado final, nadie lo diría. “Rango” es un film que roza la perfección en lo referente a texturas, colores, formas, movimientos y diseño; es realmente impresionante de ver: el desierto, el poblado, los líquidos, los gestos, los ropajes, cada detalle (impagable el bigotito de la malvada serpiente)…, todo impecable, de un apabullante realismo sin dejar ni un sólo momento de ser un dibujo animado.

La película también juega a la referencia cinéfila y, así, su trama es como la de “Chinatown”, de Roman Polanski, en la que la corrupción gira entorno al control del agua y el detonante son las constantes y misteriosas evacuaciones al desierto en plena crisis acuífera. Personajes y poblado hacen clara referencia a “Sólo ante el peligro” y al algunos westerns más actuales; la escena del ataque a lomos de muerciélago se hace bajo los compases de Las Valkirias al igual que en “Apocalypse Now” lo hacía el ataque de los helicópteros; y el personaje del alcalde a mí me pareció un clon del John Huston de “Chinatown”. La película arranca con fuerza para colocar al personaje principal (para descolocarlo más bien) en el decorado donde sufrirá sus peripecias, luego se calma y se hace más verbal para crear la historia y dibujar los diferentes tipos, y, finalmente, pone en marcha una montaña rusa vertiginosa que ya no da ninguna tregua hasta el final del metraje. A su dinámica también contribuye la banda sonora que para la ocasión ha compuesto Hans Zimmer y que resulta muy funcional y divertida y, por supuesto, los temas que el grupo de búhos-mariachis van sembrando a lo largo del metraje, sin desperdicio. Por cierto, había en la sala montón de niños pequeños que habían acudido como quien va a ver una Disney o un “Shrek”, y me da la impresión de que buena parte de ellos (especialmente los más pequeños) se quedaron a dos velas y que difícilmente entendieron lo que se les estaba contando; supongo que, a pesar de todo, la garra de las imágenes y la fuerza visual de sus acciones les compensaron la falta de entendimiento, sería cuestión de preguntar por qué a mí no me pareció, ni de lejos, una película para niños.

Fernando Lorza