Miguel Reija y Cribelio
{mosimage}Miguel Reija, en la periferia, es un tanto sentencioso, lo que le hace granjearse más de una incomprensión en personas predispuestas. Pero resulta que las periferias, difícilmente, nos muestran lo mejor de las ciudades. Para conocer bien una ciudad hay que penetrar en ella, recorrer sus calles, disfrutar de sus monumentos, hablar con sus moradores… Hay que llegar al corazón de la misma, a la Plaça Catalunya, por poner un ejemplo.
Y Miguel, en la Plaça Catalunya ya es otro. Es dialogante, un pelín tímido y siempre, siempre, un pozo de ciencia. Nos muestra edificios, vías confluentes, rincones, que desconocíamos, a pesar de haber transitado tantas veces el lugar. Y en esa concurrencia, se torna poliédrico. Igual sostiene con autoridad una documentada conferencia sobre la Guerra de Cuba, que nos sumerge en la filosofía oriental, en la sicología o nos habla de Derecho Romano. Miguel es poeta, eso ya lo sabíamos, lo que desconocíamos era su faceta de narrador, de autor con una excelente relación prosa – poesía. Y es valiente, ya que hay que serlo, si narras la vida de Cribelio del Jaral, a la sazón, nada menos que un grillo. Y esa aventura que, a muchos, nos puede parecer atrevida, Miguel salva la papeleta con notable alto y al recorrer sus escritos te sumerges en esa mirada de la naturaleza que todos llevamos marcada desde la niñez en nuestro cerebro. Porque cada capítulo de “Camino en penumbra” (Ediciones Carena. Barcelona), que así se llama el libro, comienza con descripciones que nos hacen acariciar los prados frescos, los olores suaves, la lluvia radiante, las mañanas cegadoras, las noches de luna llena esplendorosas, las miríadas de estrellas… Esas estrellas que ya no vemos desde nuestras ciudades por la contaminación que nos mata, pero que todos llevamos en la noche del recuerdo. Y el grillo Cribelio del Jaral tiene sentimientos como cualquiera de nosotros. Tiene sus etapas vitales: pérdida de la inocencia, aventurero, bohemio,decadencia… Recorre los campos porque quiere triunfar como cantante. Se enamora y, como cualquiera de nosotros, es rechazado por una hermosa y pérfida grilla, a la que se entrega sin condiciones, dándole lo mejor de él mismo. Antológico, por su fina ironía, es el pasaje donde Cribelio requiere sexualmente a su amada y esta le contesta “que le duelen las antenas”, ¿os suena de algo? También, antológica, es la descripción de “Grillolandia”, ciudad carísima con pisos que son cajas de cerillas y cajas de zapatos los edificios oficiales,¿os suena de algo? El libro está preñado de nombres sonoros de animales, de plantas, de frutos, de constelaciones, de semillas, de flores… Con una admiración admirable (permitidme la licencia) por un mundo rural enaltecido que se fue para siempre. Y el miedo recurrente de los grillos a las pájaros, que planea en todo el relato, como una metáfora de nuestra propia existencia, nuestro propio miedo a vivir, a agotar una vida que ninguno hemos demandado y que, además, nos esclaviza.
Felipe Sérvulo
fservulo@hotmail.com