Bases para la economía siglo XXI
{mosimage}A principios de mes, nos reunimos unos quinientos socios del Cercle d’Economia. Estos encuentros anuales se vienen haciendo durante los últimos veintisiete años y su prestigio recae en conseguir combinar la participación de los primeros niveles de responsabilidad de la administración, el mundo académico, las instituciones internacionales y las empresas para tratar temas de actualidad económica. Participaron presidentes, ministros, premios Nobel, catedráticos, directores generales y varios expertos. A pesar de que el clima que se respiraba era de intensa preocupación, presentaré algunas reflexiones que suscitaron consenso entre los asistentes.
Para el premio Nobel de Economía Joseph Stiglitz es la peor crisis de Europa desde la segunda guerra mundial. En este sentido, todos coinciden que España sigue estando en crisis mientras que muchos países ya han salido. Algunos ya hablan de crisis en pasado, mientras nosotros seguimos hablando en presente y, parece ser, que por varios años. Con referencia a las últimas críticas a la estabilidad del proyecto eurozona y el cuestionamiento de la existencia del euro, no podemos olvidar las ayudas que hemos recibido durante los últimos veinte años y que, sin duda, provocaron el crecimiento. Llevamos diez años viviendo en euros y con bajos tipos de interés que nos han ayudado a crecer. En todo caso, no podrá existir una unión monetaria exitosa sin una unión política europea que se centre urgentemente en establecer una disciplina fiscal que vigile los niveles de deuda pública y prevenga los desequilibrios macroeconómicos entre los diferentes miembros que no son homogéneos. La gobernabilidad del conjunto es complicada. Los conferenciantes americanos nos aseguraron que lo sucedido en nuestro país ellos ya lo han vivido, y siguen haciendo reformas permanentemente. El precio de las casas sigue cayendo. Siete millones de americanos han perdido su casa. Los inmuebles han dejado de ser un activo. La flexibilidad del mercado laboral está rozando los máximos. La prestación de desempleo era de veintiséis semanas y ahora, cuando más se necesita, se está reduciendo. Han leído bien, veintiséis semanas, poquísimo porque hasta ahora no eran necesarias y se recolocaban rápidamente. Además, la mitad de los bancos americanos cerraron sus puertas en los dos últimos años, el consumo ha bajado, la recaudación se ha reducido y se apuesta por una época de austeridad. Según ellos, Estados Unidos se ha puesto a trabajar nuevamente. En ámbito nacional, quedó claro que nuestro principal problema es la destrucción del empleo y que el papel del Estado no es abrir mercados nuevos, sino crear la condiciones que generen una confianza y expectativas positivas. Se ha de incrementar la confianza de los inversores en España.
Por otro lado, como ya se ha demostrado, los mercados no se autorregulan solos y son las instituciones las que han de actuar para valorar riesgos de solvencia. En ello se ha fallado a nivel supranacional y, desgraciadamente, la estabilidad se conseguirá con mucho esfuerzo de todos. Sin duda alguna, se seguirán haciendo reformas estructurales en el ámbito económico con grandes consecuencias a nivel social, y éstas no son para nada optativas, sino realmente obligatorias. Los europeos somos lentos haciendo cambios, por lo menos, comparados con los norteamericanos. Es casi evidente que esta crisis provocará un cambio histórico de dimensiones aún desconocidas.